El miedo a cambiar, a que nada sea como había sido, puertas que se abren, vértigo, incertidumbre, esos días...
A
veces, hay días en la vida en lo que todo empieza de nuevo. Porque perdemos el
empleo –nada extraño en este tiempo- o comenzamos en uno nuevo -¡bingo!-,
porque nos casamos o divorciamos, porque nace un hijo, porque nos enamoramos,
porque nos marchamos a vivir al extranjero o regresamos a casa, porque
enfermamos o sanamos, porque nos mudamos, porque nos toca la Primitiva –ya
quisiéramos-, porque triunfamos o fracasamos, porque nos despedimos de un
amigo, de un lugar, de lo que sea, por lo que sea. Hay días, previstos,
imprevistos, por sorpresa, en la vida en los que todo empieza de nuevo. Le
invito a realizar el siguiente ejercicio: anote en un papel todos esos días que
han tenido lugar a lo largo de su vida en lo que todo, o casi, ha empezado de
nuevo. Verá como le salen unos cuantos, hasta pueda que se sorprenda de la
cantidad, y de la importancia o no que le concedió a esos días en ese momento
del pasado. Gracias a todos esos días, o por esos días, usted es lo que es y
por eso, también, es así su vida. Son días en los que podemos sentir confusión,
indignación, felicidad, nostalgia, vértigo, tristeza, impotencia, incredulidad,
cansancio, dolor… y así podríamos seguir enumerando los diferentes estados de
ánimo. Pero, sobre todo, en uno de esos días en la vida en los que todo empieza
de nuevo lo primero que sentimos es miedo. Miedo a lo desconocido, a lo que
vendrá, a lo que hay tras esa puerta que se abre, a la nada, a que el pasado
nunca vuelva, a que todo vaya a peor, a que no seamos capaces de iniciar ese
nuevo camino, a caer, a no alcanzar la cima, a lo nuevo, simplemente. El miedo
es una sensación salvaje, no domesticable, raramente controlable, paralizante
si no se supera, frustrante, pero absolutamente natural. Queramos o no, lo
llevamos dentro, siempre nos acompaña, y de cuando en cuando le gusta
mostrarse, afilar las uñas y exhibir su poder. Cuando araña, araña de verdad.
Seguramente, con toda probabilidad, la vida es fascinante, aunque a
veces la sintamos brumosa, peligrosa o ingrata, gracias a estos días en los que
nos toca, o nos empujan, a empezar de nuevo. Seguramente, con toda
probabilidad, en esos días no podamos llegar a sentir esa fascinación –puede
que sintamos, padezcamos, justamente lo contrario-. Necesitaremos de tiempo, de
recorrer unos cuantos kilómetros de ese camino que comenzamos, precisamente,
ese día; necesitamos la ayuda y la sabiduría del tiempo. Sin estos días,
nuestra vida sería como uno... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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