Lanzan cinco cohetes desde la plaza del pueblo y las palomas desalojan los tejados. El albero aún permanece mojado, los foralillos se iluminan. Dos perritos por un euro, hamburguesa completa por dos; también hay serranitos. Te he dicho que no te la compro, que Dios sabe que le echan a eso. Top Manta en las esquinas, lo nuevo de Alejandro Sanz y los eternos Triunfitos. Chicas apretadas, entre canalillos mareantes y rajas a mitad de muslo, chavales en clave de conquista, galanes de última generación, con paga especial. Padres con vestuario de Domingo de Ramos. Cochecitos que pasean niños dormilones y rollizos embadurnados en Nenuco, ya me ha puesto tres kilos y me duerme toda la noche de un tirón. Ese cacharrito nuevo que asombra e impresiona, el superturbosideral; seis viajes al precio de cinco. Vaya mareo que pilló Antonio en la subida, pues yo creo que era de la tajada que llevaba. Tabaco rubio de contrabando, algodón dulce, manzanas de caramelo, rodajas de coco, turrones y mantecados con la fecha de caducidad de la partida de defunción de Dorian Gray. Una orquesta comienza a tocar esa melodía universal…
A lo largo y ancho de Andalucía, en toda la provincia de Córdoba, de Encinas Reales a Pozoblanco, de Iznájar a Palma del Río, durante buena parte del verano y otoño, en pueblos y aldeas de todos los tamaños y dimensiones, se suceden cientos de ferias, fiestas patronales, romerías varias y demás celebraciones. Celebraciones que, en un gran número de ocasiones, nacieron hace décadas, por un motivo que apenas se recuerda, o que se obvia, y que se fundamentan en la realidad actual, y que no deja ser la algarabía, la diversión oficializada en el calendario de fiestas municipales. Ferias entalladas en similares patrones y pespuntes, con peculiaridades muy específicas, pero con un gran denominador común: Paquito el Chocolatero. Imponente pasodoble de singular coreografía, que nos invita con frenesí a la pista de baile, como si se tratara de un canto de sirena al que nos es imposible resistirnos. Ante el Chocolatero sucumben pequeños y mayores, solteros y casadas, los más reacios al bullicio, los abogados y los fontaneros, los pensionistas y las azafatas, los bailongos del fiebre sábado noche y las peluqueras de mi barrio, porque Paquito es Universal. Y mucho más.
Es la licencia para el desenfreno, la careta de nuestros más reprimidos instintos, la melodía de una locura mística y colectiva, el ritmo envenenado que nos traslada al éxtasis. Paquito es la magia, ese compás que ha vencido la siempre difícil batalla al tiempo. Y es que da igual que Gorgie Dann vuelva a la carga –y me temo lo peor- con sus éxitos de medio pelo, que Las Ketchups se inventen otro Aserejé o que el Capitán Canalla se transforme, como un Mortadelo de verbena, en otro nuevo personaje de soniquete machacón, Paquito el Chocolatero seguirá estando ahí. Esperando ese lugar privilegiado, que se ha ganado por méritos más que demostrados, en esa feria, en esa fiesta, que nos aguarda a la vuelta de la esquina. Y nosotros volveremos a reverenciarlo como sus más fieles vasallos, conscientes de que su vigencia garantiza nuestra felicidad.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo contigo. Es más, no sé a qué espera la UNESCO para declarar a "Paquito... " como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¡Vamos a recoger firmas!
Besos
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