lunes, 14 de diciembre de 2009

EL ARQUITECTO EN SU LABERINTO











Con su permiso, una breve incursión taurina. Dicen que hasta la aparición de Juan Belmonte nadie toreó como él: sentó las bases de una nueva Tauromaquia. Pero tras Belmonte, curiosamente, nadie ha toreado como él. Sólo hubo y ha habido un Juan Belmonte. Bien podría adaptarse esta idea a Jorge Luis Borges. Borges sienta las bases de una nueva manera de articular la prosa, la narrativa, la Literatura, que nadie ha sido capaz de continuar, posteriormente.

Probablemente, Borges es uno de los autores que ha generado una mayor producción bibliográfica; analizado mil veces, cada poco llega a las librerías un nuevo título. ¿Después de todo lo escrito, de tantas reflexiones, estudios, congresos; después de tantas interpretaciones, valoraciones, tesis y homenajes, qué más se puede decir sobre Borges? Su obra nos muestra a un autor inabarcable e insaciable, un creador en constante movimiento, una voz que se renueva en cada línea. Un arquitecto atrapado en su propio laberinto, que en multitud de ocasiones crece sobre otros laberintos, sobre subterráneos, sobre pasadizos.

El Profesor Antonio Fernández Ferrer se adentra en las profundidades del genio argentino en Ficciones de Borges, en las galerías del laberinto, un texto que no es sólo una disección detallada de esta obra. Es una inmersión en las alcantarillas del propio Borges, demostrando que en la mayoría de las ocasiones obra y vida no se encuentran en planos tan diferentes. La una vive de la otra y viceversa.

El creador no vive ajeno a la realidad que le rodea, y no entremos a analizar si esa “realidad” es breve, nimia, inmensa, real o inventada. Es, en cualquier caso, la “realidad” que envuelve al hombre y que le proporciona los registros, emociones y nociones que aplica a su proceso creativo. Cualquier autor, más allá de su “yo” o junto a su “yo”, aplica a sus personajes y situaciones su experiencia personal o el presentimiento que su intuición fabrica. Contamos a través del recuerdo, de la percepción o del vaticinio de una percepción.

Antonio Fernández Ferrer nos demuestra en esta obra que un café compartido, un viaje, el nombre de un hotel, el artículo de un sociólogo, una cita enciclopédica, una lectura reciente o el eco de un tango pueden ser las materias primas empleadas por Borges para construir sus laberintos. Laberintos que se bifurcan.

Ficciones de Borges, en las galerías del laberinto, cuenta con una gran virtud que, desgraciadamente, no es frecuente en obras que podríamos calificar o clasificar como similares: es asequible. El autor combina con gran acierto la reflexión con las vivencias, el análisis exhaustivo con la descripción humana de Borges. Una descripción que alcanza las capas más profundas de la intimidad, mostrándonos al hombre, en sus relaciones, en sus fobias, en sus encrucijadas. Mostrándonos al arquitecto dentro de su descomunal laberinto.

También es este texto un catálogo de personalidades, muchas de ellas grandes voces de la Literatura del Siglo XX, indispensables para conocer a Jorge Luis Borges y su obra. En gran medida, es el resultado de sus encuentros y desencuentros, de los momentos compartidos. Cada uno de ellos y ellas es una galería del laberinto. ¿Después de todo lo escrito, de tantas reflexiones, estudios, congresos; después de tantas interpretaciones, valoraciones, tesis y homenajes, qué más se puede decir sobre Borges? Sí, se puede decir más sobre Borges. Este título, Ficciones de Borges, en las galerías del laberinto, de Antonio Fernández Ferrer es un magnífico ejemplo.


*Revista Mercurio. Diciembre de 2009.

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