En
los últimos días, la Confederación de Empresarios de Andalucía ha presentado un
estudio sobre los trabajadores por cuenta propia en el que se confirman buena
parte de esos tópicos y coletillas acuñadas a lo largo de los años. Repasemos
algunos de ellas: no hay peor jefe que uno mismo; los autónomos no tienen
horario ni festivos ni vacaciones; o, el más terrible, los autónomos nunca enfermamos.
Todos esos tópicos, pero con datos, se vuelven a concretar en el referido estudio.
Veamos: el 90% de los encuestados afirman haber trabajado estando enfermos,
cifra que llega al 95% en el caso de las mujeres. Solo un 3% han dejado de
trabajar durante más de 15 días por enfermedad. Es decir, le somos muy
rentables al sistema sanitario, pero se trata de una rentabilidad sin retorno. El
50% trabajamos más de 5 días a la semana (lo normal es hacerlo los 7), y los
datos de las horas es como para echarse a temblar: ya que por sectores se
llegan a alcanzar las 65 ó 60 horas semanales, ahí es nada. Los autónomos
“picamos” cuando nos damos de alta en la Seguridad Social, y la campanilla de
“salida” ya no la volvemos a escuchar. Con estas cifras y realidades es normal
que más de la mitad de los estudiados, un 53% en concreto, admita que es imposible
conciliar la vida familiar y profesional. En cuanto a la conciliación, me
horrorizan y espantan esas imágenes que contemplamos con frecuencia en las que
nos muestran a mujeres que atienden llamadas o escriben en el ordenador al mismo
tiempo que dan un biberón o preparan el almuerzo. Eso no es conciliar,
precisamente.
Y
si a todo esto le añadimos, y que nadie me tilde de materialista, que no sabes
cuánto vas a cobrar, y con frecuencia tampoco cuándo ni cómo, el retrato o
relato del decorado que rodea al autónomo no resultado muy acogedor, siendo muy
suave y comedido en la elección del adjetivo. Por todo lo anteriormente
expuesto, y mucho más que me dejo en el saco de las lamentaciones, es fácil de
entender que en los últimos años se repita la preferencia de los jóvenes por
opositar para acceder a una plaza en cualquiera de las administraciones
públicas. Ponga una nómina en su vida, con sus pagas extras, y sus
productividades, todos los meses, llueva o truene. El paraíso de la
tranquilidad. El estudio presentado por la CEA debería haber incluido
parámetros, cómo decirlo, psicológicos o emocionales de los encuestados.
Niveles de incertidumbre, rachas de ansiedad, consumo de tila, melatonina y
Orfidal, kilos de uñas roídas, acumulación de latidos extra y demás variables
tan frecuentes en la vida del autónomo. Porque es duro serlo, arrancar
especialmente, introducirte en la nebulosa de cada mes, con sus hipotecas,
deudas, cotizaciones y demás miembros de ese ejército teñido con el rojo
“cargo” sin saber que nos aguarda, si habrá un poco de luz al final del camino,
si es que hay camino. Es duro ser autónomo, insisto, y mucho más en España,
sobre todo si uno analiza las diferencias de trato en buena parte de los países
europeos.
Aquí
la célebre tarifa plana de 60 euros (no son 50), que solo dura un año, se vende
como un éxito incomparable, mientras que en países como Alemania, Francia o
Portugal es 0 euros en los primeros años. Por cierto, aprovecho para recordarle
al nuevo Gobierno de la Junta de Andalucía que pongan en marcha ya esa tan
cacareada y vendida medida de ampliar la tarifa plana a dos años, porque siguen
sin hacerlo, aunque digan que sí lo han hecho. Y, lo más importante, en buena parte
de los países europeos, se paga en función a lo que se factura, ¿a qué es
lógico? ¿A qué es muy fácil de entender? Pues no, aquí se paga sí o sí, se
facture o no, y hay muchos meses, muchos, en los que no se factura nada. A
ningún autónomo le importaría pagar, de ese modo, muchísimo en impuestos,
porque supondría que has facturado también muchísimo. Con esa medida, tan
simple como incontestable, la mayoría de los autónomos podríamos respirar
tranquilos, aunque las ventas de tila, melatonina y Orfidal desciendan.
Hablamos de proporcionalidad, que en este caso es sinónimo de justicia.
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