Soy uno de esos aficionados al fútbol que disfruta viendo
un Costa Rica contra Eslovenia, sí, lo confieso. Y hasta un Guatemala contra
Australia, por supuesto. O un Rusia contra Arabia Saudí, vaya golazo de
Chérishev. Y lo que más me gusta es, como en los festivales de música, cuando
ves esos conciertos en el escenario pequeño a horas infumables y descubres una
banda de jovenzuelos que te entusiasma, descubrir un lateral derecho que apunta
maneras, un medio con imán en las botas o ese delantero que sería un depredador
en el área si alguien le pasara el balón con las suficientes garantías. También
me encanta investigar las trayectorias de jugadores que desconocía hasta ese
momento, descubrir sus anteriores equipos, sus orígenes. Ahora está chupado, claro,
basta con teclear el nombre del jugador en la ventanita de Google, pero cuando
era un niño en ocasiones se transformaba en una dura e intensa tarea
detectivesca. Y es que para la mayoría de los futboleros un Mundial es lo más,
el mayor y mejor espectáculo que este deporte nos ofrece (y que solo una
Champions puede igualar). Me recuerdo hasta no hace tanto con mi libreta del
Mundial, comprada única y exclusivamente para tal cometido, en la que anotaba
alineaciones, resultados y otras estadísticas que consideraba más o menos
relevantes. Y también me recuerdo esquivando la tutela paterna para ver los
partidos mientras simulaba estudiar. Y es que los mundiales se desarrollan en
una fecha malísima, si eres estudiante.
Ha comenzado el Mundial de Rusia con revuelo, mucho,
para la Selección Española. La verdad es que ha sido una semana de armas tomar
en todos los sentidos, que hemos tenido de todo y de todos los colores, feos y
alegres, repletos de esperanza y colmados de rabia y vinagre. Eso sí, una
semana de grandes memes, que cuanto más complicados son los asuntos más agudas
son las ocurrencias de algunos. Por muy madridista que sea no puedo esconder la
sorpresa y hasta el bochorno que me ha provocado la actuación del Real Madrid y
su presidente, tampoco Julen Lopetegui ha estado a la altura requerida. Mal los
dos, muy mal. Y a Rubiales, nuevo presidente de la Federación Española de
Fútbol, tampoco le doy un 10 en su respuesta, ni mucho menos. Si ese es el
rasero, y sin restar nada a la actuación del ya exseleccionador, a cuántos
jugadores habría que sancionar por hablar y negociar su futuro deportivo
durante la celebración del Mundial, que siempre tiene un componente de
mercadeo, por aquello de los descubrimientos que antes comentaba, y que, por
otra parte, nos encanta a los aficionados, ya que es la parte Sálvame de
este deporte, o algo parecido. Con solo pensarlo dos o tres segundos, seguro
que le vienen a la cabeza un buen puñado de jugadores que están negociando con
otros equipos su futuro. Retomando el asunto de marras, yo hubiera mantenido a
Lopetegui, a pesar de la metedura de pata y a pesar de todos los condicionantes
y sospechas que su decisión habrían podido provocar. Y que serían muchas, me
temo, que en este deporte todo se comenta y todo se vende, y todo es
analizable, y desde los más diversos puntos de vista. Como este tema, faltaría
más.
Pero acudamos a las frases hechas y optemos por el
vaso medio lleno, que también todo este embrollo tiene su parte positiva o yo
al menos le encuentro una: se acabó la presión. Con la que se ha montado,
descabezado el equipo, damos por hecho que estamos haciendo las maletas a las
primeras de cambio, por lo que una actuación nefasta será lo normal, avanzar
algunos cruces se calificará de muy meritorio y alcanzar las semifinales o
plantarnos en la final, y hasta ganarla, se proclamará como un auténtico
milagro, y no exagero. Es así este deporte, mientras que a nosotros nos cambian
de jefe, ganando infinitamente menos que ellos, y seguimos currando como si tal
cosa, con la misma profesionalidad y entrega. En cualquier caso, cuando saltan
al campo son once tipos en pantalón corto contra otros once con semejante
atuendo, pero de distinto color. Los Rubiales, Florentino, Hierro, Lopetegui y
Marchena no corren por la banda ni tiran las faltas, por lo que todo es
posible. Porque, más allá de todos los revuelos y las portadas y los memes, es
solo un juego y todo es posible, para bien o para mal.
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