Recuperemos a Federico García Lorca en el arranque
de este artículo, su contundente proclama en la inauguración de la biblioteca
de su pueblo natal, Fuente Vaqueros: "No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera
desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro. Más de ochenta años después, y eso que
ha llovido y supuestamente hemos evolucionado, la proclama de Lorca sigue
vigente y yo la sigo aplaudiendo y repitiendo cuando se tercia, que es frecuente
en estos tiempos de abominable contabilidad, austeridad insana y hojas de
cálculo por encima de todo. Coma y lea, todos los días. Lea y coma.
Coincide el Goya a La librería, la hermosa y poética película de Isabel
Coixet, basada en la deliciosa novela de la británica Penélope Fitzgerald, y
que no deja de ser una reivindicación por el amor a la lectura, por los libros,
en definitiva, con el 20 aniversario del Centro Andaluz de las Letras. Para
quien no lo conozca, el CAL, que es como lo conocemos todos los amigos,
amantes, conocidos y familiares, con mayor o menor grado de consanguinidad, de
los libros, es el organismo público, dependiente de la Consejería de Cultura,
de la Junta de Andalucía, responsable de la difusión de la literatura y sus
autores. 20 años de actividad, que han dado para mucho, ya que han marcado un
antes y un después en la expansión de la Literatura andaluza o de la Literatura
escrita por andaluces, escoja. 20 años de lecturas, homenajes, exposiciones,
mesas redondas, talleres y de promoción, aquí, en el resto de España y también
fuera, como cuando Andalucía fue la invitada de honor en la mítica FIL mexicana
de Guadalajara, y que muchos autores andaluces pudimos disfrutar en todo su
esplendor e intensidad. 20 años de libros, de poemas y novelas, de ensayos, 20
años de Cultura.
Recuperemos de nuevo a Lorca, pero en su faceta al
frente de La Barraca en esta ocasión, aquella misión pedagógica y
ambulante, representación del sueño de Giner de los Ríos, que recorría pueblos
y aldeas llevando obras de teatros, recitales poéticos, repartiendo cultura, en
definitiva, en aquellos puntos con difícil o inexistente acceso. Durante estos
20 años el espíritu de aquella Barraca ha formado parte de la
idiosincrasia del CAL, y así una legión de escritores, de todas las tendencias,
colores, tamaños y dimensiones, nos hemos desperdigado por las ocho provincias
andaluzas, relatando nuestras experiencias, compartiendo nuestras inquietudes,
leyendo nuestros cuentos, novelas o poemas, respondiendo dudas, recuperando las
voces de los maestros. Animando a chavales, a adultos, a miembros de clubes de
lectura, a iniciarse o proseguir en la lectura, y también en la escritura, como
en la Escuela de Escritores, compartiendo vida y anhelos. Más me han
enriquecido a mí esos encuentros, y hablo desde mi experiencia personal,
especialmente los mantenidos con los más jóvenes, que me han permitido ver el
presente y también el futuro con meridiana claridad, así como con las personas
mayores, tan repletos de emoción y sabiduría, no creo que les haya podido
devolver todo lo recibido, que ha sido mucho y bueno, muy bueno.
Hablar del CAL es hablar, inevitablemente, de Pablo
García Baena, su director emérito, también cabría calificarlo como espiritual,
hasta que nos ha dejado. No habrían podido encontrar una figura que mejor
representase y, sobre todo, dignificase a esta institución. Pero también es
hablar de Juanjo Téllez, de Antonia Osorno, de Gabriel, de María José, de
Julio, de Paco, de Lourdes, de Antonio Luis y de tantos y tantos buenos
profesionales, porque no hay estructura o programa que se sustente en el tiempo
sin el trabajo y sin el compromiso de quienes se ocupan del día a día, y los
del CAL son ejemplos a significar por todos los motivos. Y mucho más en esta
época de quejas y desafectos, en el que entiendo que es bueno, es sano y, sobre
todo, es justo, destacar la labor de una entidad cultural, que ha luchado
contra viento y marea por mantener su estructura, dimensión y actividades. Como
tampoco puedo acabar esta columna sin recordar a Julio Manuel de la Rosa,
narrador de raza, maestro de periodistas, que ha fallecido esta misma semana y
que también formó parte de la gran familia del CAL. 20 años más como poco, le
deseo, que los libros sigan caminando por esta Andalucía nuestra. Pan y libro.
Más CAL, como diría Lorca, que vuelvo a recuperar en la despedida.
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