Tenía pensado dedicar este artículo al desagraciadamente
célebre muro que pretende construir Trump cuando conocí la noticia del
fallecimiento de la periodista Paloma Chamorro. Me recuerdo frente a una
televisión portátil en blanco y negro, junto a mi hermano Pedro, contando los
minutos para que empezara su programa, La edad de oro, y poder ver y
escuchar en carne y hueso a todos aquellos héroes que Radio 3 radiaba en su
programación, de Gabinete Caligari a Los Coyotes, pasando por La Mode, Polansky
y el Ardor o Echo and the Bunnymen. Memorables los conciertos que emitieron,
así como los cortos, del primer Almodóvar y demás nuevos cineastas,
exposiciones, cómic, etc. Aunque las generaciones posteriores no la
disfrutaran, todos los que amamos la cultura, en cualquiera de sus
manifestaciones, le debemos mucho a esta periodista con la que sería incapaz de
establecer un parecido o similitud con algún nombre de la actualidad. Y es que
nadie se atrevería a hacer los programas y entrevistas que ella hizo en
aquellos bulliciosos ochenta, hoy en día, si fuésemos capaces de establecer un
paralelismo entre los tiempos. Paloma Chamorro nos habló y nos mostró las
nuevas tendencias, las diferentes opciones sexuales, sociales o políticas
cuando nuestro país seguía estando rodeado por ese muro, tan invisible como
insalvable, que levantan la ignorancia, la represión, la moral oficialista y el
miedo. Porque aunque Franco ya había muerto, el denominado franquismo
sociológico seguía campando a sus anchas –de hecho, aún hoy sus rescoldos se
manifiestan de tanto en tanto-. Paloma saltó ese muro con una pértiga, y hasta
puede que utilizara un helicóptero, lo que fuera con tal de abrirnos la puerta
de esa Edad de Oro que tal vez tuviera más quilates en su libertad que en
su calidad, pero que supuso el vertiginoso tránsito entre una España sepia con
olor a naftalina a una España colorista y olímpica que recorría las distancias
a borde de un tren de alta velocidad.
¿Tendremos que resucitar a Pink Floyd para que vuelvan a tocar El
muro allá por donde vayan? Ilusos de nosotros, sí, que creímos que la caída
del muro de Berlín metaforizaba un nuevo tiempo sin muros, en el que la palabra
se convertía en la gran protagonista. Nunca terminamos de aprender la lección y
chocamos y volvemos a chocar cuando descubrimos que el pasado, lo peor del
pasado, puede volver. He tenido la suerte de visitar hasta en tres ocasiones
México, y de todos los países en los que he estado es donde un español se
siente más como en casa. Un país acogedor, curioso e inquieto, que ha tenido
históricamente la desgracia de no contar con una clase política que lo
representara adecuadamente. Les puedo asegurar que para un escritor español
asistir a la Feria Internacional del Libro... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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