Me sorprendió, como a casi todos, la lluvia de los
pasados días, aunque más me sorprendió y alegró el descenso de temperatura.
Bendita rebequita y bendita sábana mañanera. Cuando me crucé con los primeros
paraguas no pude evitar recordar que Cosmopoética se acercaba. De hecho, ya
está aquí, esta misma semana comienza. Solo faltó el bombín, ninguno a la
vista, pero aún así yo pude imaginar a Hugo Ball escribiendo como poseso en
mitad de la Corredera, donde ha instalado su Cabaret Voltaire, y los poemas
caían del cielo, como una torrencial lluvia de palabras e imágenes. Sí, el
señor del paraguas, afortunadamente, vuelve a recorrer las calles de Córdoba un
otoño más. Y debemos celebrarlo y también entenderlo, muy especialmente en estos
tiempos que se han empeñado en justificar que la Cultura, en cualquiera de sus
manifestaciones, es eso que atenta contra la austeridad y la economía –su
modelo de economía, claro-, como un acto de redención, casi de rebelión contra
todo aquello y aquellos que quieren convertir nuestras vidas en una tabla de
Excel. Y hay vida más allá del Ibex35. Cosmopoética alcanza las trece
ediciones, hablamos de un evento perfectamente establecido en el calendario,
referencia literaria y cultural en la agenda nacional. Pero esa consolidación,
ser esa referencia, como el torero que se juega la temporada en una tarde, ha
de ganarse cada año. Refugiarse en el pasado, adocenarse, dejarse llevar
siempre es un mal plan; pésimo, suicida, si hablamos de cultura, que es un elemento
vivo, en permanente evolución. A priori, examinada con detalle la amplísima y
variada programación, tengo la impresión de que Cosmopoética, un año más, no
nos defraudará, que incluso nos emocionará y sorprenderá, y que no dudaremos en
dejarnos atrapar por la poesía.
Entiendo como un acierto que la gestión, tanto técnica como creativa, de
Cosmopoética haya cambiado de manos a lo largo de los años. La cultura requiere
y exige diferentes visiones, distintos alientos y propuestas. No escondo que
conozco a la perfección a los responsables de la próxima edición, Joaquín
Dobladez y Nacho Montoto han trascendido la frontera de la amistad para
instalarse en la fraternidad. Les puedo asegurar que este hecho, y ellos lo
saben, no supone un cheque en blanco para el elogio almibarado e incoherente,
todo lo contrario, más aumentos coloco en la lupa. Tuve la oportunidad de
trabajar con Joaquín muchos años y sé de su sensibilidad hacia la cultura. De
hecho, nunca ocultó su predilección, y a él le debemos muchísimas expresiones,
fusiones y eventos culturales que hoy ya están normalizados en nuestra ciudad.
No solo le debemos Eutopía, que es su criatura más evidente, tengamos en cuenta
que, junto... sigue leyendo en El Día de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario