Quiero luchar, no lo solucionaré corriendo, ven y alza
tu grito de guerra, porque eres el que nunca muere, canta hurra, lalalala,
sigue cantándolo, no dejes en ningún momento de seguir escalando la montaña, y
si sigues persiguiéndolo, di ¡yay, yay, yay!, hurra, di ¡yay, yay, yay!, hurra,
di ¡yay, yay, yay! Más o menos, es lo que dice Barei en la canción con la
que va a representar a España en el próximo festival de Eurovisión. Más o
menos, que yo soy al bilingüismo lo que Rajoy a las preguntas de la prensa:
incompatibles. Sí, he tenido que tirar de traducción, porque este año, después
de 47, nuestra representante en Eurovisión canta en inglés, así, tal cual. Un
tema electromachacón, bailongo, con estribillo facilón, a las pruebas me remito,
muy al estilo del festival, si es que Eurovisión ya cuenta con su propio
estilo. Es probable. En realidad, Barei se llama Bárbara, que es un nombre muy
español, yo creo que más en intencionalidad que en sonoridad, y según cuentan
el apodo le viene de Barbie, por lo que tengo entendido. Barei lleva
intentando abrirse paso en el siempre complicado mundo de la música más de
quince años y ahora se enfrenta a su gran reto. A pesar de ser de buena
familia, cuentan que de los propietarios del célebre Windsor, ese
rascacielos que ardió como una tea hace unos años, antes de colarse en una
canción de Pereza, así como de cines y demás negocios, la chica se lo ha
currado, o eso cuentan o nos cuentan. Confía en el tiempo, que suele dar
salida a muchas amargas dificultades. Con estas apreciaciones trato de
explicitar que no tengo nada en contra de Barei y que hasta reconozco la
coplilla como una más que digna apuesta para competir en Eurovisión –sobre todo
si recordamos a El sueño de Morfeo y su gallinero-. Yo, para detectar una
canción idónea para este festival, siempre hago el mismo ejercicio mental:
trato de imaginarme que estoy en la calle del infierno, en la Feria, y que
suena el tema de marras. Si no desentona, si va bien con el griterío de la
tómbola y con la sirena de los coches de tope, la cosa promete. Ya no sé
yo si eso es un piropo u otra cosa, según se mire, claro.
No soy de españolismos exacerbados, sobre todo porque suelen desembocar
en playas que no estoy dispuesto a pisar y de las que recelo como si se
trataran de una alergia mortal, pero me cuesta entender, asumir, comprender,
asimilar, qué sé yo, que en el año Cervantes, o en el supuesto año Cervantes, o
en el año fantasma de Cervantes, enviemos como representante de nuestro país,
que la distingamos como Marca España, a una canción cantada en ingles.
Shakespeare nos saluda desde su tumba, y le guiña un ojo a su amigo Miguel... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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