Me temo que en España tenemos la insana tradición de
calificar ideológicamente diferentes tradiciones, comportamientos o rituales
con demasiada facilidad, como si estos pudieran agruparse o explicarse desde
ese punto de vista. Y no. O sí. Pero no. La imagen de la semana, o una de las
imágenes, nos la ha ofrecido el torero, empresario y personaje del mundo rosa,
Francisco Rivera Ordóñez, toreando una vaquilla con su hija de cinco de meses
agarrada de un brazo. No es un imagen gratificante, tampoco ejemplar, se mire
desde el punto de vista del que se mire. Hablemos de sentido común, que por
desgracia no es el más común de los sentidos, si no todo lo contrario. Y no
creo que sea necesario explicar los motivos, y si alguien necesita de
argumentos para entenderlos le recomendaría que se mirase lo suyo, y en
profundidad. Francisco Rivera ha justificado su comportamiento explicando que
su hija no va a estar en ningún sitio más segura que en sus brazos y recordando
que su padre, Paquirri, también le hizo lo mismo. Y ha adjuntado
fotografía demostrativa, todo un detalle. Desde ese punto de vista, evocando al
pasado, deberíamos seguir ofreciendo a nuestros hijos una copita de anís para
abrirles el apetito, obligándoles a tomar una cucharada de aceite de ricino,
ofreciéndoles una calada de nuestro cigarro para jolgorio colectivo o qué sé
yo. También podríamos recuperar, ya puestos, el tirón de patilla cuando no se
sepan la tabla del cinco, una cachetada a tiempo o las orejas de burro. ¿Por qué
no recuperar todas esas tradiciones del pasado? O más, volvamos a viajar en
carreta, a utilizar palomas como mensajeras o a lavar la ropa en la pila, a la
orilla del río, venga.
Hay quien ha comparado la acción del torero con la de la diputada de
Podemos, Carolina Bescansa, llevando a su hija al Congreso de los Diputados.
Aunque lo de la política es una irresponsabilidad, incluso una frivolidad, no
es comparable con lo del torero, ya que aparentemente no puso a su hija en
peligro. En cualquier caso, son censurables las dos imágenes, pero a muy
diferente intensidad y por muy diferentes motivos. Esnobismo y temeridad.
Algunos compañeros de profesión, han colocado en sus redes sociales imágenes
similares, a modo de solidaridad corporativa con el torero. No creo que haya
sido una buena idea, y muy especialmente ahora en el que la tauromaquia está
atravesando por el momento de su mayor desapego social. Desapego que no solo
está cimentado por la clase política, de vez en cuando es bueno mirarse en el
espejo, con la cara recién lavada. Y campaña antitaurina es lo que... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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