Como
somos como somos, y además el diccionario de la Academia nos y los ampara, y
hasta nos y los mima, preferimos utilizar anglicismos antes que nuestras
propias palabras. Ya nadie dice mercadotecnia, y eso que es infinitamente más
agradable que marketing, y significan
justamente lo mismo, no hay diferencia alguna entre ellas. Se nos llena la boca
con show, que cada cual pronuncia a
su manera, desde la “ch” más cerrada a la “s” más japonesa, por eso del sushi, y hemos abandonado espectáculo,
dónde va a parar, incomparable. Mejor no detenerse ni un instante, porque no lo
merece, en lo de community manager y personal coach, que no dejan de ser
esnobismos con un trasfondo tan pijo como hortera. Y claro, ya nadie dice
selección, porque la palabreja de moda, la habitual, la que se ha impuesto, es casting. Eso sí, solo relacionamos casting con el artisteo, con los
programas de variedades, con los cocineros potenciales, con los grandeshermanos
por venir y esas futuras estrellas de la canción escondidas bajo los alaridos
de Melendi. Cuando hablamos de un trabajo “serio”, de ocho a tres, con sueldo y
alta en la Seguridad Social, a veces, a pesar de Lagarde, acudimos a una prueba
de selección. Entonces españolizamos el asunto, le concedemos la importancia que
se merece, aunque en la entrevista personal nos vanagloriemos de dominar media
docena de técnicas y herramientas informáticas con denominación foránea. En
entorno 2.0, eso sí, siempre, faltaría más.
El
casting, el que relacionamos con el
artisteo, nos promete dos minutos o cinco años de gloria, en el mejor de los
casos, pero un sinfín, un batallón me temo, de potenciales defraudados,
enfadados y hasta de fracasados, según la reacción interior de cada cual.
Cualquier anuncio de casting suele
tener una respuesta multitudinaria, ya sea para salir dos segundos, o menos, en
la nueva película de Alberto Rodríguez, en el mejor de los casos, o para lograr
el sueño de llegar a ser un cocinero de fama mundial o, simple y tristemente,
para ser el ligón o ligona de turno en un cutre programa de parejas
prefabricadas, en el peor de los casos. Pero no seamos tan negativos con esto
de los casting, que existen ejemplos
de todos los tamaños, colores, condiciones, triunfos o fracasos. Pensemos en
David Bisbal, claro, en Manuel Carrasco, en Jorge Sanz, en Penélope Cruz y
hasta en el mismísimo Brad Pitt, por citar algunos nombres conocidos. En muchos
casos el casting es la puerta de entrada, esa oportunidad única e irrepetible
que la vida te ofrece cuando le da la gana, si es que le da la gana. Pero,
claro, en este caso hablamos de vocación, de talento, y de trampolines para
tomar impulso. El problema, por llamarlo de algún modo, reside cuando no hay ni
vocación ni talento y solo ansia de fama, de popularidad, el éxito es otra cosa,
a cualquier precio. O sea, para no liarnos, o para liarlo del todo, hay casting y casting, y luego están los procesos de selección y las entrevistas
de trabajo, que ya son “palabras mayores”... sigue leyendo en El Día de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario