jueves, 1 de enero de 2015

1 DE ENERO: PROPÓSITOS Y ENMIENDAS

En este día de Año Nuevo, vivo tras no atragantarme con esas doce uvas fantasmas que no vimos, me gustaría publicar aquí, a modo de acta notarial, mediante compromiso público, todos esos propósitos y enmiendas que cada final de año me asigno y que nunca cumplo. Me gustaría que el cigarrillo que me calienta los labios fuera uno de los últimos, que se acabaran los días de tabaco, tosidos y visitas al estanco. Me gustaría que algunos placeres no me siguieran tentando, me gustaría cumplir los horarios, ordenar los armarios –los interiores y los empotrados-; me gustaría suplir las carencias con eficiencias, y las ausencias con presencias. Me gustaría conservar el mismo peinado cada mañana, y cada mañana peinar el mismo pelo –y me refiero a la cantidad-. Me gustaría dormir mis horas, a sus horas, y sin deshonra; me gustaría hacer de los lunes un día entrañable y regalarle sonrisas a mis vecinos. Me gustaría seguir los consejos de los libros de cocina, los consejos de mis mayores, y los consejos que me dicta la conciencia. Me gustaría tener siempre las gafas limpias y los dientes nacarados. Me gustaría mantener inmaculadas las juntas de los azulejos. 

Y podría ampliar la lista, con el fin de mesurar las desmesuras y purificar las impurezas. Y también podría escribir una lista más global, o general, o universal, y redactar una lista mundial, en donde exigir el fin de las guerras, de las hambrunas, de las desigualdades, de las dictaduras, de los dictadores, de los asesinos, de los atentados, de la lacra del desempleo, de todos esos males que el Telediario de cualquier día nos muestra. En este viaje de lo personal a lo universal, me encantaría firmar un contrato que nos obligara a transformar esta sociedad nuestra, a ratos triste, a ratos canalla, gris en su silencio, trémula en su percepción. Nada me gustaría más; hasta puede que dejara de fumar.

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