Que
Penélope se parapete tras la barra y le tome prestada la voz a Estrella Morente
y comience a cantar la canción, que estamos de vuelta, así, a lo loco. Sí, ya
estamos de aquí, que parece que nunca nos hemos ido –y puede que sea así-,
aunque Xabi Alonso se harte de cervezas entre sus nuevos compañeros bávaros.
Qué bárbaros, los minutos y los días, que viajan a velocidad de crucero, y
hasta un año en el Limbo te dura lo que un mambo de Pérez Prado. Suma y sigue,
de uno en uno, eso sí, despacito y buena letra. Tantos coleccionables
anunciados a todas horas, tal vez se bata un record que el Guinness debería
anotar en sus páginas de leyendas insospechadas, me hace pensar que los
psicólogos y psiquiatras del sector han percibido un entusiasmo generalizado,
puede que un atrevimiento, seguro que una necesidad, por empezar de nuevo, por
renacer, por reconstruirnos aunque el cemento esté por las nubes y la burbuja
de la burbuja acabara con ese inmenso jardín de andamios y grúas que no hace
tanto tuvimos, o tuvieron, que nunca fue un jardín público, aunque los cachos
de la burbuja cayeran sobre nuestros hombros. Los hombros de todos. Es tiempo
de promesas y de propósitos, y de zanahorias y guisantes en crudo, mucho pollo
y mucha piña. Los amaneceres nos traen una legión de zapatillas de deporte con
olor a tienda y estreno, las agujetas, ampollas y esguinces nos recuerdan la
fragilidad que hemos creado durante tanto tiempo, tanto tiempo fuera de los
propósitos que ahora nos acechan como una legión de voces, como esa Santa Compaña que Coppini nos cantó con
su voz melancólica y su tupé imposible, como la bandera de un país sin
ejército.
Regresamos a la austeridad, pero a la propia, a la personal e
intransferible, que de la de Merkel y Rajoy, agarraditos los vimos recorriendo
el Camino, no nos libraremos por mucho que las pancartas y los gritos vuelvan a
las calles. Regresarán también, tienen que regresar, no queda otra. El pvc que se derrite sobre las baldosas. Con
tinta o sudor tatuaremos los nuevos mantras para esta nueva época que queremos
construir a partir de las cenizas y las desilusiones que hemos creado en los
últimos años. Reciclaje emocional. Empresa colosal, no es cualquier cosa,
cafetera y mantra, saliva y ricino, empeño y curvas, la sal que se derrama sobre
la mesa... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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