La
gente anda loca de contenta por la calle, moviendo el esqueleto como en un
video de Rihana, radiantes de felicidad, emocionados hasta decir basta, esa
emoción tan plena que te aplasta el corazón, cantando, riendo, más que felices,
la felicidad es menos explosiva, saltando, besando y abrazando al de al lado,
pero en plan fraternal, no piense usted cosas raras, por favor, desde que se
han enterado de las previsiones de crecimiento megaeconómicosideral para este
año. Más felices, dónde va a parar, que si nos hubiera tocado el Euromillón, el
Cuponazo, el pleno al Quince y el sueldo del café soluble el mismo día, todo a
la vez. Pues mucho mucho más felices estamos, ya no nos cabe tanta felicidad en
estos cuerpecitos nuestros, tan apurados y menguados, desmayaditos, en estos
terribles últimos años de asueto y azote. Felices a la enésima potencia, que
debe ser la potencia entre las potencias, más potencia que la moto de Marc
Márquez, cómo corre ese muchacho que va a mandar al geriátrico de la frustración
a buena parte de sus rivales. Pero regreso, que me voy y me conozco, que con
las palabras me sucede como con esa caña a regañadientes, antesala de una
avalancha no predecida, pero no por eso disfrutada. Regreso, sí, de verdad de
la buena, que todo va a ir a mejor, sí, como en esa canción de Bunbury tan
triste, aunque tan halagüeña el mismo tiempo, que viene el viento a favor, de
verdad, que lo ha dicho un estadista con su estadística de líneas lisérgicas,
de verdad, y eso nunca falla. Que no, no sea malo, no falla nunca, o casi
nunca. El problema es que llama la atención cuando se equivoca, ya está.
Es
como la “cantada” del portero, piense en ese ejemplo, pero ahora no va a haber
error, todo está controlado, bajo control, previsto, programado, y el gran
viento a favor, como una sinfónica de Bunburys
cantando la canción al mismo tiempo, está a punto de llegar, ya se nota. Saque
la cabeza al balcón y active sus mejores deseos, unas merecidas vacaciones a la
malaleche, la hiel y el vinagre que nos asoma en el aliento con demasiada
frecuencia, verá como nota la brisa de ese viento a favor que todavía es una
posibilidad en la estadística del estadista, pero no tema, créalo, que llegará.
¿No ha oído hablar del efecto mariposa? Es más que el título de una película,
mucho más, ciencia exacta, ciencia pura, esa ciencia que en la pizarra del
científico se cumple a rajatabla. Solución exacta, ecuación perfecta. Lo mismo
le sucede a la estadística del estadista, a las previsiones de crecimiento de
la megaeconomíasideral, son difíciles de creer, difíciles de creer, pero serán
una verdad un día de estos. Muy difíciles de creer si uno se levanta cada
mañana y contempla lo que contempla, pero no haga caso, que esta cosa fea
actual es coyuntural, que todo cambiará. O no. A lo mejor el éxito es que todo
permanezca como ahora, como ahora mismito, me refiero, que no crucemos las
puertas del infierno pero que nos quedemos instalados para siempre en este
gélido purgatorio sin manta, sin calefactor y sin camiseta interior comprada en
ese supermercado para los valientes. Ahora entiendo el éxito de Frozen,
estrategia de conciencia colectiva.
A
lo mejor el paraíso es el purgatorio, qué ironía, y recordaremos ese pasado
festivo que nos han contado y que solo unos cuantos disfrutaron como si
fuéramos ancianos Faulkners
resucitando las conquistas y las desmedidas locuras de la juventud. No me haga
caso, desvarío, pensemos en mayo, en este mayo sin arena bajo los adoquines
pero con albero sobre los zapatos, que también es una metáfora de una sonrisa
conquistada. No me haga caso y asómese la ventana, que el viento a favor ya
viene, susurrando sus bondades que nos muestra la estadística del estadista.
Relativice su entorno, eso no es tan importante, no sea egoísta, no, nosotros,
nuestros hijos, los que nos rodean, no son tan importantes, lo verdaderamente
importante es ese dato de crecimiento megaeconómicosideral que nos ofrece una
luz en la nebulosa. Un momento de calma antes del punto y final, respire
profundamente el aire que asciende desde su interior, vapor de su propia
sangre, tal vez sea ese viento a favor, el único viento a favor que recibamos.
¿Y si soplamos todos a la vez?
El Día de Córdoba
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