Por estas fechas, coincidiendo con el 8 de marzo,
Día Internacional de la Mujer, se nos llena la boca y la vista de mujeres. Los
medios de comunicación nos vuelven a alertar sobre esas cifras que enfrían con
su estadística numeraria la cruda realidad que hemos construido a lo largo de
los años. La desigualdad latente y patente, sí, permanece, inamovible,
estandarizada e icónica. Volveremos a señalar que es un problema educacional,
que debemos abordar en el seno de la familia, en los primeros años de colegio,
cuando las personalidades se siguen moldeando. Lo diremos, y hasta puede que
reconozcamos el problema, el origen, la semilla, pero no cambiaremos de canal
cuando nos ofrecen esos estereotipos de mujeres cuyo gran objetivo es ligarse,
o lo que haga falta, al guaperas medioneurona
de turno. Y nuestras hijas desfilarán como princesas de discoteca barata porque
todas las amiguitas lo han hecho. Buscaremos la justificación, aunque nos
duelan las entrañas y los ojos nos escuezan por lo que contemplamos, pero lo
haremos. Las mujeres en el banquillo, que el partido lo jugamos nosotros. Mira
que es largo el partido, que feo y aburrido no está saliendo, pero ahí
seguimos, dándole patadas al balón. Como niños, nos escondemos el balón bajo la
chaqueta, la pelota es mía y juega quien
a mí me da la gana. Jugamos nosotros, siempre de titulares, claro. Tampoco
le damos tantas vueltas al asunto... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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