El
tiempo es la mejor inversión que un hombre puede realizar en sí mismo. Un buen
negocio, egoísta, privado y personal, con resultados inminentes –en la cuenta
de beneficios-. Tener tiempo, disponer del tiempo propio. Estirarlo,
agrandarlo, dominarlo, agarrarlo, soñarlo, devorarlo. La mejor inversión –sin
duda.
Aunque
lo pretendamos, no podemos medir nuestro tiempo. Es la gran estafa del reloj:
el que nos marca con sus manecillas no coincide con el tiempo real de nuestras
vidas. Vivimos atrapados entre diferentes tiempos, que no coinciden ni en sus
dimensiones ni en sus tamaños.
El
tiempo después del tiempo; el tiempo sobre el tiempo.
Es
una maraña densa y pegajosa de la que no podemos escapar; un cúmulo de
circunstancias que se combinan cada segundo, que estallan y vuelven a nacer,
para atraparnos de nuevo.
Busquemos
en el armario de los recuerdos todos esos tiempos neutros, mudos y huecos que
hemos instalado en buena parte de nuestros días. Tiempos que nos han
sobrepasado como una sombra, sin darnos cuenta, sin sentirlos. Busquemos en el
armario de las emociones todos esos tiempos que han engrandecido el dolor, que
han difamado la felicidad, que han borrado las huellas del amor; tiempos que
nos han situado frente al abismo, frente a la nada. Busquemos en el armario de
los sentidos todos esos tiempos transparentes, carentes de calor y color, que
apenas nos han rozado, que no hemos respirado, que se fueron antes de haberlos
conquistado.
Encontrados
todos esos tiempos, si fue posible –la mayoría no dejaron huella alguna-,
coloquémoslos en la balanza que certifica el peso de nuestros días, y
descubriremos horrorizados lo poco que pesa nuestro propio tiempo.
A
menudo pensamos en esos otros tiempos, cómo podrían haber sido nuestras vidas,
nosotros mismos. ¿Cómo habría sido ese otro tiempo? Queremos responder la
pregunta sin traspasar la puerta que separa estos tiempos. En realidad, no
queremos conocer la respuesta, porque nos conformamos con el tiempo que nos ha
tocado.
En
realidad, no queremos saber como seríamos nosotros mismos en esos otros
tiempos. Y no queremos saberlo porque llegamos a reconocernos, creemos vernos
en el espejo, al otro lado del tiempo.
Aún
así, el tiempo es la mejor inversión que un hombre puede realizar en sí mismo.
#FragmentosOlvidados,1: Durante mucho tiempo tuve claro que El orden de la memoria (Ediciones Destino, 2009) arrancaría con Tiempo. Hasta que dejé de tenerlo tan claro...
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