Puede
que la violenta historia de Pilar comenzara con aquel mensaje de texto en su
teléfono móvil, me han dicho que te han
visto con unas amigas en una fiesta, cuando todavía no había cumplido los
diecisiete años. Prosiguió la violenta historia de Pilar con una mala
respuesta, con un insulto, y no tardó en llegar el primer empujón, el primer
puñetazo. Está muy nervioso con la
historia del trabajo, lo está pasando fatal, justificó Pilar cuando le
preguntaron; ya habían pasado seis años desde el incidente del sms. Puede que
la violenta historia de Sonia comenzara cuando su pareja le recriminó que “lo
pusiera en evidencia”. Jamás me podría
haber esperado esto de ti, me has dejado en ridículo delante de todo el mundo,
le dijo él, muy enfadado, y durante unos días Sonia llegó a pensar que tal vez
tuviera su parte de razón, que las diferencias hay que mantenerlas en la
intimidad, tal y como le había explicado su madre tantas veces. Puede que la
violenta historia de Inés comenzara en el verano de 2010, en aquellos días en
la playa. Inés quiso agradar a su chico exhibiendo ese tipo de bikinis que
tanto le gustaban a él, que tanto le llamaban la atención en las otras chicas.
Lo había descubierto, en ocasiones hasta giraba el cuello, lo comentaba con sus
amigos, apenas disimulaba. Ni se te
ocurra ir enseñando el culo al lado mía, que parece que quieres poner cachondos
a mis amigos, le advirtió él. Qué
celosos son los hombres, comentó Inés mientras tomaba café con sus amigas y
todas asintieron. Puede que la violenta historia de Rafi comenzara tras el
nacimiento de Sergio, su primer hijo. Hasta entonces, la suya había sido una
relación normal, estable, para convertirse en un infierno. Interminables noches
de llantos y gritos, días silenciosos, con el eco de los reproches y de los
golpes.
Historias violentas que aparentemente comenzaron a partir de un hecho o
momento concreto, pero que empezaron mucho antes, en la memoria que han creado
las raíces de la desigualdad a lo largo de los siglos. Raíces que han crecido y
extendido durante siglos, tanto que cuesta establecer dónde comienzan, ese
punto concreto en el que empezó todo. Raíces fuertes y antiguas, que se
ramifican, que se abrazan a otras raíces, formando en el núcleo, en el origen
de las cosas, en un solo núcleo, la semilla. Raíces con savia venenosa,
terriblemente contagiosa, que nos ha... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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