Arte Degenerado, esa expresión que acuñó el nazismo. Holocausto artístico, para salvaguardar la pureza del pueblo...
CUENTAN que Hitler intentó un par de veces ser admitido en la Escuela de
Arte de Viena. Sabemos con penosa e histórica certeza que los
exterminios, las invasiones, los bombardeos y los lavados de cerebro se
le daban bien, pero, para su desgracia, el pincel en sus manos era un
elemento hostil, como un boquerón aún en la red, que jamás consiguió
dominar. Paisajes infantiles, retratos sin pulso, sombras planas era lo
único que podía y sabía aportar y transmitir, y claro, no lo dejaron
entrar en la escuela. Sueño truncado, frustración en vena. Una pena que
el jovencito Adolfo se topara con un profesor íntegro y comprometido con
el Arte, no sabemos si nos habríamos librado de semejante monstruo,
empleando su tiempo en ejecutar lienzos y no personas. El hecho es que
esto le sentó más que fatal al susodicho, y que cuando comenzó a ser el
Adolf que todos desgraciadamente conocemos, decidió que también habría
que, primero, detener, y a continuación exterminar lo que comenzaron a
definir como Arte Degenerado. Picasso, Renoir, Van Goth, Matisse,
Cézanne o Chagall formaban parte de ese peligroso escuadrón
contaminador, así como sus estilos, dadaísmo, surrealismo, cubismo,
etc., también incluyeron al jazz, faltaría más, esa música desordenada
del infierno. Entendieron su Arte Degenerado como agentes
infiltrados enviados por los judíos y los bolcheviques, elementos
hirientes y nocivos para el buen alemán, ese perfecto ejemplar
superdotado, máximo exponente de la raza aria, la raza entre las razas.
Hitler y sus correligionarios le dedicaron tiempo al asunto,
terriblemente, y así a partir de 1933 comenzaron a desarrollar su
maléfico plan.
En primer lugar, despidieron y apartaron de la dirección de los
museos a todos aquellos gestores que hubieran tenido el atrevimiento de
adquirir o exponer lo que habían catalogado como Arte Degenerado,
ya fueran nacionales o foráneos. La Bauhaus cerró sus puertas. De igual
manera se comportaron con las escuelas y academias, donde el Arte
Contemporáneo, las vanguardias, pasaron obligatoriamente al silencioso
sótano del olvido... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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