Vaya
por delante, declaración de principios, que a mí me gustan las mujeres
insumisas. Mucho. Es más, no me gustan nada, pero nada, las sumisas, ya sean
casadas o solteras. Qué aburrido debe ser tener una pareja sumisa o sumiso. Una
pareja que te reciba en la puerta de casa, como ese anuncio franquista del
brandy, con la batita de cuadros y las zapatillas de paño. Una pareja que
dependa de ti en todos los aspectos, incluso en el económico, porque el ideal
de la mujer sumisa es aquella que no trabaja fuera, que es una perfecta ama de
casa, una madre abnegada y entregada, y una esposa fiel y esclava. Qué tostón
tener así una mujer, una pareja, a tu lado, sin pretensiones ni ambiciones, sin
inquietudes. Aburrido y mentiroso, no contar con una pareja con la que intercambiar
opiniones, reflexiones, discutir, trazar alianzas, desencuentros, encuentros, y
todo eso que se da en una relación de pareja entre iguales. Quien desea
sumisión a su alrededor es porque no cuenta con la suficiente entidad y
personalidad para mostrarlas a las claras y teme que salga a la luz su enanismo
mental, su incapacidad para establecer relaciones y para expresar su posición,
su opinión, sobre lo humano y sobre lo divino. Qué aburrido y enano mental debe
ser todo aquel que busca en esta vida una pareja sumisa o sumiso. No quiero
hablar del ya célebre libro de marras, no quiero incitar a nadie a acercarse,
aunque sea por sano o morbo insano, a ese mendrugo cavernario impulsado por ese
especialista en provocaciones varias que tan bien conocimos en nuestra ciudad.
Ha coincidido la aparición de este libro, de título infame, con el XXIV
Feminario que, como cada año, por estas fechas, se celebra en Córdoba. 24 años
ya, quién lo diría. 24 años de reflexión feminista, de debate, de hurgar en los
rasgos más representativos y dañinos de la sociedad patriarcal. Y siempre, en
estos 24 años, Rafaela Pastor al frente, referente de la Plataforma Andaluza de
Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres. En estos 24 años, Rafaela ha tenido que
soportar todo tipo de insultos, descalificaciones y exabruptos. Ladran,
cabalgamos. La llaman feminazi, sobre
todo aquellos que consideran que feminismo, en un alarde de ignorancia, es
justamente lo contrario que machismo. El machismo proclama la desigualdad de
género, el situar a la mujer en un escalón inferior, mientras que el feminismo
pretende... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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