No dicen todos los días que nada volverá a ser igual... ¿Qué quiere decir eso? ¿No vamos a recuperar nada de lo mucho que hemos perdido?
Esta
crisis interminable ha borrado de la faz de la tierra a un sinfín de gobiernos
y de líderes políticos, de uno y otro signo. Los ciudadanos han culpabilizado a
sus mandatarios de los estragos causados por la situación económica y por las
medidas que han llevado a cabo para combatirla. Una crisis que ya dura
demasiado, ya no es esa brecha inesperada en la estadística, es una tendencia,
claramente marcada. Una tendencia que están aprovechando para construir una
nueva realidad, básicamente europea, más preocupada por recuperar el pulso de
las cifras que por la calidad de vida de los ciudadanos. La fiesta se acabó,
nos repiten, una fiesta que eran nuestros derechos más esenciales, nuestra
educación, nuestra sanidad, las políticas sociales en su conjunto. Conquistas
que costaron años de lucha y de consenso y que ahora son el estorbo, el lastre
de esa supuesta obesidad que nos ha asfixiado. Tiempo de liposucción, el que
más se esmera con el bisturí, el que más frialdad exhibe, el que recorta y
recorta, tiene su premio garantizado en la tómbola de los mercados. En este
contexto, lo que parecía un dominó en caída libre, como ese que nos muestran
los informativos cada poco, ese nuevo récord mundial, ha encontrado su primera
gran excepción. Le ha ido muy bien a Angela Merkel en las últimas elecciones
alemanas, muy bien, mejor incluso de lo que ella misma esperaba. Ha rozado la
mayoría absoluta, enviando a los liberales al limbo, cuando no al infierno, de
la representación parlamentaria. Puede que se hayan quedado sin espacio
ideológico, ya que no me cabe en la cabeza una derecha más derecha que la
proclamada por Merkel, ¿queda derecha tras ella? Los resultados parecen indicar
que no. Una idea, un titular, se ha repetido con insistencia tras la victoria
de la política alemana: El triunfo del pragmatismo.
Un titular que esconde una realidad cruel en la situación actual y de la
que no escapamos ninguno de nosotros, y que nos traslada a una evidencia tan y
fría como orquestada: las personas ya no somos el epicentro de la política.
Antes que nosotros están el equilibrio de las cuentas, a costa de lo que sea,
la protección de la deuda, caiga quien caiga, la ejecución exacta del
presupuesto, y si viene un imprevisto ya veremos de donde recortamos, porque
siempre se puede seguir recortando. Indiscutiblemente, los alemanes sienten que
les va bien con Angela Merkel... seguir leyendo en El Día de Córdoba
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