Los
anuncios de los primeros coleccionables, no me pregunte de qué, que se puede
coleccionar cualquier cosa; esos recuerdos, premeditados o no, que se esconden
en nuestras maletas, entre las uñas, en una bolsa que pretendemos salvar del
exterminio o en los discos duros de cualquier dispositivo electrónico; plástico
para proteger los libros de texto, que la cosa está más que achuchada y
cualquier alivio se agradece, uniformes que se quedan cortos colgados en
tendedero; esa Liga que nos sorprendió en chanclas y bañador, antes de lo
previsto, como si nunca hubiera terminado; nuevos apuntes contables de la
contabilidad A, B y Z de Bárcenas, se compró una tele para que le dejaran ver
la nueva edición de Masterchef; la oscuridad de las tardes, el sol que se
desmaya y otoño que avanza, tenuemente, como la sombra del asesino en una
producción barata; los nuevos libros que se apilan en los anaqueles a la caza
de un nuevo lector, o del mismo lector, ojalá la causa reclutara más adeptos;
la panadería que restablece el horario de tarde, el peluquero que te cuenta los
cinco días en un todoincluido de
Almería, las andanzas entre las medusas de ese vecino de lengua dislocada, las
promesas de renunciar al tabaco y entregarnos al deporte, cualquier deporte,
las sardinas carbonizadas que han dejado de carbonizarse en la barbacoa, cines
de verano con horario infantil, el sonido recobrado de las calles, botellas de
mojito a granel en el contenedor, el bolsillo cerrado y el escote tapado. Sí,
ya es septiembre. Pero, desde hace años, septiembre ya no se puede padecer
–pública y exteriormente, al menos-, me temo que existe una cláusula en la
reforma laboral que facilita y justifica el despido si se descubren los rasgos
más evidentes y palpables de la ya no tan cacareada depresión postvacacional. Yo me recuerdo con una
depresión postvocacional, que suena parecido, pero no es ni remotamente
parecido. No, no abandoné el seminario, no todas las vocaciones conducen a
Roma.
Es la primera vez en todos los años que llevo apareciendo en esta
columna que me he tomado un descanso tan prolongado, todo un mes, que he
sentido breve e interminable, esa extraña combinación que sólo se padece en
septiembre. Tiempo que he empleado en seguir inventando historias que espero
algún día salgan a la luz, para esos libros que... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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