¿Eran los Juegos Olímpicos una prioridad? ?Estábamos preparados? ¿Te has tomado alguna vez un relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor?
Se
ha hablado y se sigue hablando, mucho, de las Olimpiadas que no se celebrarán
en Madrid, en el año 2020. Se ha hablado tanto que, lo reconozco, ya me aburre
el tema. Menos mal que no llegaron a diseñar una mascota, que sería la reina
del photoshop en miles de versiones y
gracietas diferentes. El famoso “relaxing cup café con leche en la Plaza Mayor”
me pareció divertido, por todo, en los primeros momentos, pero ya me cansa
tanta punta que se le ha sacado. Se le ha sacado tanta que ya no queda ni mina
ni madera, el lápiz es serrín que vuela por las redes sociales. Siempre he
tenido un sentimiento encontrado hacia estas Olimpiadas –que de momento no
serán-, por muy diferentes motivos. Son innegables y evidentes los beneficios
que un gran evento de estas características ofrece a la ciudad, comunidad y
país que lo acoge. Es de una miopía cercana a la ceguera no querer ver eso. Y
no pensemos sólo, que sería una reflexión muy simplista y falsa, en esos
beneficios directos que son tan fáciles de contabilizar: trabajadores empleados
en la construcción, coordinación, transformación de la zona escogida,
incremento de las plazas hoteleras, venta de restaurantes, bares y demás
establecimientos similares. Es mucho más que sólo el beneficio del instante, y
los casos de Barcelona y Sevilla son dos magníficos ejemplos. Barcelona creció
como ciudad, añadió a su fisonomía urbanística lo que desde entonces conocemos
como la Villa Olímpica, y que no dejaba de ser una zona degradada del
extrarradio. Las dos exposiciones universales, la del 29 y 92, convirtieron a
Sevilla en una ciudad completamente diferente. Desde un punto de vista
meramente dimensional, también en cuanto a las infraestructuras y
comunicaciones –es inevitable citar la apuesta por la Alta Velocidad, y esa ya
mítica primera línea que unía la ciudad hispalense con Madrid-, el intento por
establecer una concepción contemporánea de la habitabilidad, etc. Es decir, no
son sólo los beneficios de los previos y del momento, hablamos de esos otros
beneficios que son imposibles de cuantificar, económicamente, pero que son tan
perceptibles, tan tangibles, por la ciudadanía desde el primer instante. Y son,
además, beneficios que permanecen en el tiempo.
Por otro lado, pensaba y sigo pensando que demasiados líos tenemos como
para meternos en otro y, sobre todo, de tan considerable inversión. Empleo una
metáfora muy sencilla para explicarlo. En tu propia casa no te enfrentas
económicamente a decorar la terraza, cambiar los muebles del salón o renovar la
televisión por una más amplia y delgada si tienes goteras en el techo o la
lavadora o el frigorífico no te funcionan. No. Primero arreglas las goteras, o
el frigorífico y/o lavadora y luego ya veremos, según andemos de cuartos por
esa época... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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