El salto de Falete, casquería a media tarde, refritos cutres, realities clónicos, la televisión de nuestros días, otro rasgo más de esta Gran Depresión. ¿Por qué lo seguimos llamando crisis?
Durante
años he mantenido que la televisión no deja de ser un reflejo o una proyección
de la sociedad que la mantiene, aunque también podríamos hablar de un viaje en
la dirección contraria, evidentemente con el mismo resultado. No es nada complicado,
no tema, no acabaremos citando a Borges, la cosa no da para tanto, sólo es
televisión. Tras muchos años de espectador entusiasta, más desde el plano de la
diversión que de la documentación/análisis, lo confieso, en los últimos tiempos
he abandonado la televisión, aunque también podría decir que ha sido ella la
que me ha abandonado a mí, y eso que estaba predispuesto a serle fiel toda la
vida. Asqueado, saturado, aturdido, cabreado y, sobre todo, aburrido. Porque la
televisión, como concepto, se puede permitir provocar en nosotros cualquier
estado de ánimo, es parte de su éxito, gran parte, pero sí alcanza el grado de
aburrimiento ya no hay nada que hacer. Entonces es como una de esas parejas,
hartos y hartas las unas de los otros, que ya no les queda ni un gramo de
interés para lanzarse un reproche, aunque sea canalla. Este invierno puñetero
de agua y frío, este invierno nórdico que ya dura más de la cuenta, que molesta
más que beneficia, me ha empujado en más de una ocasión a la televisión. Antes
de proseguir me gustaría aclarar que cuando me refiero a ver televisión, quiero
decir programación habitual, telediarios, realities,
concursos y demás, que ver Homeland, Los Sopranos o Modern Family es como ir al cine pero en una pantalla reducida y
sin salir de casa. Sabemos de lo que estamos hablando, no creo que tenga que
explicar nada más. Y no, no hay que citar a Borges.
Si retomo la definición inicial de la televisión, deberíamos estar
ciertamente preocupados. De hecho, lo reconozco, no quiero ser o parecer
pesimista, pero estoy infinitamente más preocupado por la crisis social, moral
y ética que contemplo a mi alrededor, que por la económica, que también. Dentro
de unos años trataremos de adivinar qué fue primero, la gallina o el huevo, el
Alien o su perversa criatura... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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