Iniciamos año y renovamos nuestros propósitos y enmiendas, esas promesas que en multitud de ocasiones nunca llegamos a cumplir.
Acabamos
el pasado año con un sinfín de listas, resúmenes y demás catalogaciones. Lo
mejor de lo mejor. Las mejores canciones del año, el año en imágenes, las
mejores películas, el hombre del año, las pifias del año, los mejores goles,
las mejores galas, el ministro metepatas –muy dura la competencia-, los grandes
desastres, los mejores libros, doce recetas del año, el once del año y yo no sé
cuántas listas más. Listas y más listas, que nos gusta que todo esté bien
guardadito en los cajones, antes de volver a confeccionar una nueva lista, que
ya comienza a escucharse el runruneo –y eso que esto no ha hecho más que
comenzar-. Ya puestos, como esa rama que arrastra la corriente, o por no
salirme del tiesto, yo también voy a confeccionar mi propia lista, pero no como
resumen, no, más difícil todavía. Una lista de promesas, y que tal vez sería
bueno, o al menos recomendable, que redactáramos todos. Una lista con todo eso
que nunca hemos hecho o intentado y que pretendemos llevar a cabo en este nuevo
2013 –pero qué fea es la numeración en esta ocasión, horrorosa de la muerte-. Si
utilizáramos el ordenador, para darle su formalidad al asunto, incluso,
notarios de nosotros mismos –sin minuta, que no se entere Gallardón-, cosas más
raras se han visto, podríamos denominar el documento “promesas a cumplir”,
“propósito de enmienda” o, simplemente, “promesas”. Me gusta, sí, recortadito, aclaratorio,
sencillo, entendible, rotundo –ya no sé si asumible, esa ya es otra historia-. Decidido,
lo voy a escribir, es mi programa electoral para este año que comienza, pero yo
sí trataré de cumplirlo, claro. Lo escribo, sí, que se nos calienta la boca y
nos prometemos hasta lo que nunca hemos querido, y mejor así, testimonio en
“Word” de nuestras intenciones futuras, un compromiso en toda regla, como está
mandado.
Podríamos diferenciar las promesas por sus contenidos y naturalezas, por
sus diferentes planos. Me explico... Seguir leyendo en El Día de Córdoba
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