No
nos olvidéis. Es lo único que os pido, que cuando todo esto pase, que pasará,
ya lo veréis, no nos olvidéis. No os olvidéis de los titiriteros, de los
músicos, de las pintoras, de las escultoras, de los comediantes, de las
humoristas, de los bailarines; no os olvidéis de los actores, de las actrices, de
los directores, de los guionistas, de los figurantes, de las estilistas, de los
ayudantes de producción, de las taquilleras, de las productoras. No os
olvidéis, por favor, de los poetas, de las novelistas, de los cuentistas, de las
libreras, de los editores, de las correctoras, de los bibliotecarios, de los
impresores. No os olvidéis, os lo ruego, de las periodistas, de los fotógrafos,
de los locutores, de los mezcladores, de las redactoras, de los diseñadores, de
los repartidores, de las publicistas. Cuando todo esto pase, porque pasará,
claro que sí, solo os lo pido que no os olvidéis de los violinistas, de las
pianistas, de los tenores, de las contrabajistas, de las directoras, de los
acomodadores. No os olvidéis de Felipe, Luis, Sara, Isaac, Eva, Charo, Pablo,
Carlos, Javier, Lucía, Paula, Pedro, Belén, Miguel Ángel. No os olvidéis de
Antonio, Marina, Daniel, Rafa, Carmen, Ricardo, Agustín, Manolo, Virginia,
Salva. En este tiempo de confinamiento, muchos de vosotros habéis podido
comprobar que la cultura no solo nos alimenta, nos nutre, también nos sana, nos
cura. Nos salva de la ignorancia, del aburrimiento (que puede ser la puerta de
entrada de la curiosidad, pero también del rencor y de lo retorcido, de lo
terrible); nos salva de la desidia, de la desinformación y de la apatía. Porque
la cultura, la información, son la luz en la oscuridad, el agua en el desierto,
la calma en la tempestad. Porque vuestras vidas son más ricas, más plenas, más
vividas, con un libro entre las manos, envuelta en música, frente a una
pantalla o recorriendo una galería de arte. Porque no solo vivís más, vivís
mucho mejor, mucho más. Y en estos días lo estáis comprobando, como nunca tal
vez.
No
nos olvidéis cuando esto pase, y no lo pido como contraprestación, porque
hayamos entregado durante estos días de encierro nuestros libros, películas,
museos, poemas, canciones o fotografías. No, no se trata de un trueque, de un quid
pro quo, por todos los directos, charlas, cuentos, canciones, actuaciones
compartidas en las últimas semanas, no. No es una devolución, no va de eso.
Seguid compartiéndonos, usándonos, disfrutándonos, se trata de incorporarnos
definitivamente a vuestras vidas como una rutina más. Paseíto de media hora y
un cuento; protagonizar aventuras inimaginables, volver a soñar con un cómic. Un
libro de poemas junto al cartón de leche, un cuadro colgando entre los
embutidos, una película donde antes eran chismes, la memoria en el hueco del
olvido, una canción en donde tanto tiempo habitó el silencio. Se trata de eso,
de que sigáis/sigamos estando a nuestro/vuestro lado, queremos seguir siendo
vuestra compañía, formar parte de vuestras vidas. No cerrar esta puerta que
hemos abierto, cuando se ha cerrado la de la calle.
Os
lo pido, no nos olvidéis, que no volvamos a la desnudez, a la miseria, al
vacío, a tener que renunciar a nuestras profesiones -porque han dejado de
serlo-. Que no tengamos que recorrer ese infierno que muchos ya recorrimos,
porque seguramente iremos muy justos de fuerza y demasiados caeremos en el
intento. Han sido muchas las caídas y cada vez cuesta más levantarse y seguir
recorriendo el camino. No nos olvidéis, os lo pido, por favor, por este presente
que estamos compartiendo, por el futuro, que puede ser bueno, y hasta muy
bueno, si entre todos nos comprometemos a que lo sea. Nosotros estamos
dispuestos a ello, y a hacerlo a vuestro lado. Por todo esto, y por mucho más
que no podría explicar con palabras, hablo de sensaciones y de emociones
demasiado íntimas y personales, os pido que no nos olvidéis. Si esto vuelve a
pasar, ojalá nunca más tengamos que vivirlo, y mucho menos nuestros hijos, nietos
o nuestros mayores, muy especialmente, estaremos otra vez a vuestro lado.
Tenedlo presente: estaremos. Te lo pido a ti que me lees, y al vecino del
tercero D, y a mi dentista, y a la sanitaria desconocida y heroica, y al
mecánico, y a la funcionaria de Correos, y también se lo pido al alcalde, y a
la consejera del ramo, y al ministro -a pesar de sus declaraciones-, por favor,
no nos olvidéis.
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