Unas navidades después, con sus campanadas y sus Reyes
Magos, y sus polvorones y turrones, blandos y duros, y sus muchas muchísimas
reuniones familiares; dos docenas de conciertos después, de los Cure a Sidonie,
varios festivales, de pulsera y vasos de plástico –que se almacenan en su museo
sobre el frigorífico-; todos los cumpleaños después, propios y familiares, mis
hijos, cómo crecen, casi me cazan en centímetros; seis docenas, al menos, de
libros después, muchas lecturas en diagonal, el signo de estos tiempos, aunque
también algunos momentos de rapto y de hipnotismo; después de las tragedias
padecidas, Nacho se fue en enero y yo sigo sin creerlo, lo sigo echando de
menos cada día, cada día más, y Paco que se quedó esperando el autobús que
conduce a la eternidad; varios nacimientos después, Marita por fin llegó,
morena y callada, dulce, crece y crece, entre besos y caricias, también lo de
Samuel lo entiendo como un nacimiento, y hasta como un renacimiento, bienvenido
de nuevo; una nueva novela después, Los amantes anónimos, estupenda
lectura para este verano, momento publicidad; tantas series y películas
después, que La batalla de los bastardos no es moco de pavo, ni el gran
secreto de Nicole Kidman o la voz ronca de Ryan Gosling; tantas cervezas, y platos
y postres después, entre amor y amistad, charlas y charlas, y risas, muchas
risas; después de todos esos atardeceres, velazqueños o atlánticos, devorados,
soñados, que erizan la piel; cientos de desayunos después, sin querer mirar, o
quizá mirando de reojo, buscando un instante de placer prohibido; más de cien
goles después, algunos de ellos marcados en partidos eléctricos, y decisivos e
históricos, y por eso histéricos; unas semis contra el Atlético después, que
eso es mucho, pero mucho, y una final de la Champions después, con baño
incluido, a la mismísima Juve, doce Champions, doce meses después, todo un año
sin fumar que cumplo hoy mismo. Y lo celebro, a lo grande, como esos cuarenta
años que celebramos como si hubiéramos vuelto a cumplir dieciocho, y creo que
me quedo corto.
Doce meses sin fumar, doce copas de Europa ganadas
por el Real Madrid, vaya coincidencia. Desde que me recuerdo con un cigarrillo,
que a pesar de esta abstinencia actual me sigo recordando con un cigarrillo
entre los dedos, lo he incorporado en mis rituales ante un partido importante
de mi equipo. Relato, lo que públicamente puedo relatar, me afeito muy
temprano, y con mucho cuidado, me planto una camiseta del Madrid, cualquiera,
la fetiche la reservo para el momento adecuado, y justo cuando va a empezar el
partido, en el mismo momento que la pelota se pone en movimiento, encendía un
cigarrillo, que en esta ocasión le pedí a Sai que lo encendiera por mí. Y creí
que fumaba, de nuevo. La temporada que menos gastó en fichajes fue la que más
títulos consiguió, y el año en el que más sobresaltos tuve, tanto positivos
como negativos, dejé de fumar. Esas extrañas coincidencias/contradicciones que
no podemos predecir, que son la propia naturaleza de la vida, ya que si no
sería un guión que alguien nos escribe con terror y tesón, sin fervor... sigue leyendo en El Día de Córdoba
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