Telegraph Avenue no es, estrictamente, un
homenaje a la música negra, jazz, soul, hip hop o rap, de los años
cuarenta hasta nuestros días. Tampoco es sólo una metáfora actualizada
sobre el mito de David y Goliat. No es una novela sobre la
globalización, el poder de las grandes marcas, del dinero, y todas esas
cosas que nos saturan y abducen con tanta facilidad. Telegraph Avenue no
es una novela en la que se enfrentan pasado y presente, o dos ideas del
mundo contrapuestas, un mundo que se acaba y otro obstinado en
dominarnos. Pasado, presente y futuro. Tampoco tiene nada que ver con la
agradable Alta Fidelidad de Nick Hornby, muy simplón el paralelismo, me temo. No es Telegraph Avenue una
historia sobre las relaciones entre judíos y afroamericanos, entre
creyentes y no creyentes, entre homosexuales y heterosexuales, no. No, o
tal vez sí, pero no específicamente. No, estrictamente.
Con autores como Chabon somos dados a clasificar cada
nueva entrega dentro de su propia clasificación creativa, y así nos
encontraremos esos rankings tan extraños que nos indican que no ha
llegado a la altura de tal o que puede entenderse como una evolución,
involución y demás o que no es el Chabon de Jóvenes prodigiosos, por ejemplo. Con Chabon
no valen tales comparaciones. Sigue siendo, afortunadamente, ese tipo
de autor que no se regodea en escribir la misma novela una vez tras
otra, no. Telegraph Avenue es una nueva
acrobacia, un nuevo giro, otra cosa. Argumentalmente, no encuentro la
conexión con alguna de sus anteriores obras. Obviamente, nos encontramos
con los rasgos más significativos del Chabon que nos
ha seducido: su voz, su personalidad, su estilo, su sello, su contarlo
todo, lo eterno y lo efímero, desde lo cotidiano, desde esas pequeñas
cosas que son el pasadizo que nos conduce a las profundidades de nuestro
interior.
Se maneja muy bien Chabon en el caos, en ese ordenado
anarquismo en el que ha convertido su narrativa. Amigos, anclados en una
eterna juventud, que comparten una tienda de discos, supermadres e
hijos, la opresión del mercado, con sus macabras reglas, la aceptación
de la diversidad sexual o racial, la amistad, el amor, la soledad, el
tiempo y la distancia, las siempre complicadas relaciones de pareja.
Incorpora Chabon, con destreza, a su literatura lo que
podríamos calificar como agreste emotividad. Sus personajes desfilan
ante nosotros buscando nuestra comprensión, y hasta puede que nuestra
aceptación. Necesitan convencernos, y lo hacen, porque acaban formando
parte de nosotros. Chabon vuelve a exhibir ese perfecto
conocimiento de la condición humana, esa increíble habilidad para
mostrarnos, con naturalidad, con esa cadencia suya tan característica,
el alma de... seguir leyendo en La Tormenta En Un Vaso
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