Primeros afeitados con esas cuchillas azules que te dejaban la cara como si te hubieses enfrentado a un gato y primeros paseos por la Córdoba céntrica y señorial, la de las palomitas, los helados de David Rico, las conservas del Correo, el bonito con tomate de Bocadi y los juguetes de Los Guillermos, en la calle Gondomar. Pegaba la nariz contra el cristal del escaparate y me maravillaba con esos interminables Scalextric –que sólo tuve cerca en los bajos de Galerías Preciados-, con las escopetillas de plomillos, los coches teledirigidos y demás artilugios que jamás desfilaron por mi casa –o por alguna de la de mis conocidos, desgraciadamente-. Y junto a Los Guillermos, por fin, Casa Rusi, con sus sombreros cordobeses, sus guantes de los buenos, sus encendedores de marca “de toda la vida”, sus navajas suizas y sus lujosas pitilleras. Agregué Rusi a mi particular mapa vital años más tarde, en plena efervescencia de la juventud. Allí nos compramos los sombreros para ir al mano a mano entre Finito y Chiquilín, y lo perdí ese mismo día: lo lancé al ruedo y nunca volvió. El segundo, también con el sello de Rusi, tampoco me duró mucho, otro alboroto en los Califas y el sombrero contagiado de la locura colectiva se fugó. Cosas que pasan. Después, sin llegar a considerarme como un cliente habitual, gracias a Casa Rusi he podido encontrar regalos y sorpresas para mis amistades más “cordobesas” o “cordobitas”, porque si algo definía a este establecimiento era eso precisamente: era muy muy cordobés, en el amplio concepto del adjetivo. (Y dudo si se trata de un adjetivo o de una definición).
Varias generaciones nos hemos acostumbrado a Rusi como una parte más, entrañable y pintoresca, de la geografía más netamente cordobesa. Quién no se ha detenido alguna vez frente a su característico escaparate, admirado o sorprendido. Casa Rusi ha cerrado sus puertas, extirpando una vetusta coordenada de nuestro mapa más esencial, dejando para el recuerdo –y tal vez no para el olvido- su característico inventario y, seguramente, otra forma de entender el comercio, la relación con el cliente. Y es que puede que Rusi no haya soportado la velocidad, el tiempo y sus modas, que alineados, y empujando en la misma dirección, son capaces de borrar hasta el mapa más veterano y perfilado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario