Nada más comenzar, en el primer artículo que se reproduce, escribe Stieg Larsson: “por desgracia, Suecia también reúne las condiciones para que se produzca un atentado de similares características”. Se refería Larsson al terrible atentado que tuvo lugar en Oklahoma City en 1995, en el que murieron casi 170 personas a manos de un fanático de ultraderecha, excombatiente en la Guerra del Golfo. Escribió “Suecia”, pero bien podría haber indicado “Noruega”, siendo aún más premonitorio en su reflexión. Fundamenta Larsson su hipótesis en el terreno que cada día, más, conquista la ultraderecha. Una conquista tolerada por todos, que nos resignamos a convivir, incluso compartir, ciertos mensajes e ideas que hasta no hace tanto considerábamos intolerables. Un par de meses antes de la matanza de Utoya, Ediciones Destino ha publicado La voz y la furia, una compilación de artículos, reportajes, correos electrónicos y hasta de diarios de viajes del creador de la hipercélebre saga Millennium, el fallecido Stieg Larsson. Una colección de textos que nos ayudan a poseer un conocimiento más amplio y detallado del célebre novelista sueco, pero que al mismo tiempo nos reporta gran información de cómo se ha gestado y articulado el actual ascenso, en toda Europa, de la ultraderecha. Larsson fue un periodista absolutamente comprometido con los valores democráticos, siempre entendió que su trabajo no concluía en la información, que también debía denunciar, emplearse como altavoz de las injusticias. Y sus denuncias, tal y como podemos comprobar en La voz y la furia, se centraron en la defensa de las libertades y los derechos, y muy especialmente en el racismo, en la xenofobia y en la homofobia y, muy particularmente, en la violencia machista que padecen muchas mujeres.
Stieg Larsson nos describe, detalladamente, las bases que sustentan el éxito de la ultraderecha, que escondiéndose bajo el disfraz de un nacionalismo conservador, que proclama el mantenimiento y recuperación de una “Suecia/Europa blanca”, inoculan a sus votantes y simpatizantes el veneno del racismo, ya sea en su versión contra los musulmanes, antisemita, generando desconfianza en todos aquellos que exhiben un color de piel “diferente”. Porque Larsson mantiene, básicamente, que estos partidos se alimentan en su odio hacia la diferencia. En La voz y la furia nos encontramos con el Larsson periodista, pero también nos encontramos con el origen, con la raíz, del Larsson novelista. Incluso nos encontramos con sus más célebres personajes, ya que el propio Larsson puede ser el embrión de Mikael Blomkvits, ambos periodistas de raza y éxito, al frente de revistas reivindicativas, Expo/Millennium, combatientes los dos ante el avance de la ultraderecha, completamente sensibilizados en la lucha contra la violencia de género. Tal vez Lisbeth Salander, esa gran heroína que ya ocupa un lugar destacado entre las grandes protagonistas de la Literatura universal, se camufle bajo la piel de alguna de esas mujeres, maltratadas y valientes, que tan bien describió Larsson: Melissa, Fadime, Nathalie... Mujeres para las que reivindicó el periodista su identidad, sus apellidos, sus historias, sus circunstancias, que no permanecieran en el anonimato de un simple nombre devorado por el horror. En sus artículos, Larsson denunció a los hombres que no amaban a las mujeres, pero también denunció, con semejante intensidad, la permisividad social, así como la inocuidad de la legislación gubernamental, muda a la hora de catalogar con su definición real la violencia machista.
El Día de Córdoba
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