Creo que una de las novelas más divertidas que he leído es Un enano español se suicida en Las Vegas, puerta de entrada por la que muchos luego hemos pasado. Leo, en su versión unificada, tal y como intentó el propio Casavella, El día del Watusi, una obra majestuosa, alzada sobre una construcción soberbia, en la que no sobra ni una sola palabra. Leo a Casavella y descubro que la novela está viva, que aún quedan posibilidades, hay más, las fronteras son elásticas. Leo a Casavella y veo los días y sus cosas, contemplo otros cielos, otras calles, me muevo, hablo y me hablan. Leo a Casavella y no termino de comprender a todos aquellos que lo asimilan con Marsé. Admiro a Marsé, admiro a Casavella, y los dos me parecen genios inimitables, personales y únicos. Sí comparten el aliento permanente de la novela y de la vida en la garganta, la pulsión por contar, contar y contar, la necesidad de la transparencia. Leo a Casavella y sé que siempre estará.
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