Me ha llevado un tiempo escoger el orden en el que aparecen las tres palabras del título, porque todas las variaciones me gustaban, todas tenían su justificación y todas me representaban. No creo que haya acertado con el título escogido, o tal vez todos los posibles títulos fueran acertados, que también cabe esa posibilidad. Y es que combinar, en mi caso, y seguro que en el caso de muchísimas más personas, leer con vivir y con amar es muy fácil, ya que los tres verbos se conjugan y se desenvuelven, con soltura, en la misma frase. Cada vez que escribo sobre leer, la lectura y los libros, a mi cabeza llegan un sinfín de palabras y expresiones amplia y repetidamente empleadas que, por eso, no dejan de ser ciertas. Por ejemplo, seguro que le suena: quien lee, vive más. Sí, es muy recurrente, pero es que no puede ser más cierta. Gracias a los libros he recorrido las entrañas de los palacios más abrumadores de París en el XIX, me he colado bajo la piel de un asesino en serie, o he soñado con una nueva vida, con otro padre que no era mi padre, en el Nueva York de los 60. He recorrido las tumultuosas calles de El Cairo, Lima o Pekín, he sentido el peso de una espada en mi mano y he descubierto en un mapa dónde se encuentra el tesoro, en aquella hermosa e inaccesible isla. Y todo eso, y mucho más, no lo he leído simplemente, lo he vivido, dentro de mi cabeza, sí, pero con una veracidad tal que no supe diferenciarla de la realidad. En esos momentos, mientras lo leía, era real. Otra frase que se utiliza mucho por estas fechas, especialmente, en torno al Día del Libro, el próximo 23 de abril, es aquello de que la lectura, los libros, nos hacen más libres. Tan simple como cierto. Todos los libros, hasta el peor que podamos leer, esconde una enseñanza, de mayor o menor envergadura, pero enseñanza. Mientras más leemos, más conocimientos adquirimos, y no sólo eso, hablemos de amplitud de miras, de nuevas perspectivas, que los libros nos ofrecen. Sí, porque nos enseñan a contemplar el mundo con otros ojos.
Y ahora voy con una de mis favoritas: quien te regala un libro, no sólo te quiere, también te estima. No sé quién es el creador, pero desde que la escuché por primera vez se me ha quedado y cada vez que puedo la repito. Regalar un libro, y no me refiero a comprar uno de la pila más alta, requiere su tiempo y esfuerzo, porque pretendes que sea consecuente, ajustado, con la personalidad del regalado. O porque pretendes que sienta lo mismo que tú sentiste al leerlo. O porque en ocasiones nos volvemos “futboleros” con determinadas cuestiones, como son los libros, y esa novela que hemos leído es la mejor del mundo mundial y necesitamos aliados en nuestra causa. O por mil motivos más, da igual. Regalar un libro tiene mucho de elegancia, de inteligencia, pero también de admiración por la otra persona. Le debo mucho a los libros, tengo claro que sin la lectura sería otra persona, y doy por hecho que peor, en todos los sentidos. Más neutra, más simple (que no sencilla), más previsible, más gris. Menos yo, o algo parecido.
Motivos más que suficientes, y otros muchos que requerirían de más y más espacio, para celebrar el Día del Libro como se merece. Entrando en las librerías, a las más cercanas, mejor, buscando en los anaqueles, comprando, sí, comprando, que sin dinero no habría ni editoriales, ni librerías, ni escritores ni libros. Tengamos en cuenta que el gran objetivo del 23 de abril, además de recuperar y prestigiar fechas simbólicas, es el de que los lectores y los libros se encuentren, que por lo menos haya ese primer encuentro. Lo siguiente, el gran reto, es que los libros formen parte de nuestras vidas, que los naturalicemos como unos elementos más, rutinarios, cercanos y necesarios, de nuestras existencias. Ese es verdaderamente el gran reto. En este tiempo de vacunas, tenemos en las librerías las más eficaces contra la ignorancia, el aburrimiento y el pensamiento único. No tienen efectos secundarios y puedes administrarte las dosis que consideres, que su consumo abusivo, y hasta su adicción, está considerado como muy beneficioso. Yo, por si las moscas, trato de vacunarme a diario. Leer, vivir, amar.
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