El otro día escuchaba un argumento que tal vez tenga su
lógica, o no, el tiempo confirmará, o no, la tendencia. En resumidas cuentas,
no recuerdo el nombre del narrador, venía a decir algo parecido a que en unos
años, en realidad ya comienza a darse, las salas de cine se ocuparán
mayoritariamente de los grandes estrenos y productos comerciales, tipo
superhéroes, avatares diversos y demás especies producto de la ciencia-ficción
y de los efectos especiales, y que la televisión, lo que denominamos las
series, serán el espacio natural de las producciones de calidad, y hasta de las
denominadas obras de autor. No suelo estar de acuerdo con las afirmaciones tan
contundentes, que se alejan de los matices, de los tonos medios, y que solo le
conceden toda la importancia a la generalidad, cuando somos una amplia mayoría
los que vemos La2 y jamás hemos asomado la nariz por FirstDate o
la cosa/casa de Bertín. Creo que en la oscura y silenciosa magia de una sala de
cine caben la grandilocuencia de cualquier secuela o precuela de Star Wars
y la minimalista arquitectura de cualquier película de Jarmusch, por poner solo
dos ejemplos. Me sucede lo mismo, aunque no sean ejemplos del todo comparables,
con los libros de papel o electrónicos o los cds o los vinilos o con los mp3,
que me da exactamente igual los cauces por los que se expanda la cultura, y
hasta considero sano y positivo que mientras más, mejor, y si es aliándose con
los soportes que nos ofrecen las nuevas tecnologías mucho más que mejor. Dicho
esto, que con toda probabilidad importe poco, como casi todo lo que cuento y
escribo, claro está, centrémonos en el asunto principal, que hoy hablamos de
series de televisión. Que en los últimos años se han convertido en un producto
de muy alta calidad, hasta el punto de que sean ya muchos los críticos
cinematográficos los que se atrevan a afirmar, sin pudor, que el mejor cine
actual se ve en una pantalla de televisión y por entregas. Yo añadiría, si se
me permite, o está protagonizado por dibujos animados, Algunas producciones de
Pixar, en concreto, las elevo a la condición de obra maestra.
Todo los seriéfilos tenemos uno o varios títulos icónicos a los que les
debemos la adicción: Twin Peaks, The Wire, Los Soprano, Friends,
Mad Men, Breaking Bad y algunos son (y somos) hasta capaces de
especificar y situar sus grandes momentos: la temporada dos de Lost o la
tercera de The walking dead o, incluso, el capítulo 9 de la sexta
temporada de Juego de tronos. Sí, La batalla de los bastardos,
vaya mal rato pasé, que eso no se le hace a Jon Nievesigue leyendo en El Día de Córdoba
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