Hoy
leeremos en algún periódico que Zidane regresa a los campos de fútbol, que ha
fichado por nuestro Córdoba para lo que resta de temporada, o tal vez sea Messi
el que ha llegado a algún acuerdo con el Real Madrid para el próximo año o que Fernando
Torres retorna al Atlético de sus amores –ah, que esto no es broma-. O puede
que alguien vaticine que la crisis se va a acabar el 2 de abril a las cuatro
menos cinco de la tarde, o que los bancos y constructoras, a partir de ahora,
en agradecimiento a la solidaridad demostrada, van a repartir sus futuros
beneficios entre todos los ciudadanos. Tal vez a alguien se le ocurra adelantar
que el Gobierno le encarga a Leonardo Dantés y Tony Genil que escriban el nuevo
himno español o que González Pons se da de baja en el Partido Popular para
liderar Podemos en Valencia. Sigamos, que pueden ser muchas, muy variadas,
vistosas y divertidas, las inocentadas que hoy nos regalen los medios de
comunicación: Yola Berrocal representará a España en el próximo festival de
Eurovisión, Pilar Urbano es la
portada del próximo número de Interviú,
la Casa Real se suscribe al Jueves, o
Rajoy apuesta por el Pequeño Nicolás como su nuevo número dos.
Hoy,
veintiocho de diciembre, celebramos el Día de los Inocentes, y, en gran medida,
nos referimos a esos inocentes que somos capaces de engañar, que pican en
nuestras trampas, que les tomamos el pelo con suma facilidad. Esta sociedad
nuestra ha generado unos códigos estéticos y éticos un tanto malvados, y la
inocencia ha dejado de ser un valor en alza. A los inocentes los despreciamos
por crédulos, por lelos, por simples, y nos parecen más sensatos los
incrédulos, los “largos”, los sibilinos, los cínicos. A los que todavía cuentan
con la capacidad de sorpresa, a los que se creen lo que sus amigos les dicen, a
los que no tienen todas las prevenciones y sus miradas son transparentes, los
catalogamos como ingenuos. Desde este punto de vista, estoy encantado de que
hoy me feliciten, estoy orgulloso de picar en todas las bromas, me sigo
creyendo lo que me cuentan, soy una presa fácil en este día.
Me
encanta pensar que sigo siendo un inocente, que en muchos aspectos conservo la
mirada cristalina de la niñez, que cada nuevo día me puede deparar una gran y
nueva sorpresa. Me encanta la inocencia como motor de la ilusión, aún es
posible cambiar las cosas, somos capaces de dirigir nuestras vidas, aún queda
por luchar. Y, sobre todo, me encanta esa inocencia que te dice que el nuevo año
transformará en realidad todos nuestros anhelos, que eliminará todo lo negativo
que pulula en nuestras vidas, que es posible recorrer el camino escogiendo la
dirección, la velocidad. Sí, puedes felicitarme abiertamente, que no me lo
tomaré a mal, todo lo contrario.
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