miércoles, 8 de agosto de 2012

BEATLES/STONES

Tal y como le sucedió a Michael Jordan y Magic Johnson, o les sucede a Federer y Nadal, o a Messi y Cristiano, la historia y sus circunstancias propiciaron que los más grandes, los Beatles y los Rolling Stones, coincidieran en el tiempo. Muchos han hecho de esta coincidencia temporal y casi geográfica, unos de Liverpool y los otros londinenes, una casi enemistad antagónica e irreconciliable, como si se tratase de un Barça-Madrid musical, o de un combate de canciones. O, ahora que estamos inmersos en plenos Juegos Olímpicos, una trepidante carrera en la pista de los cien metros lisos. Y hablando de Juegos Olímpicos, en la inauguración, que me pareció una de las mejores ceremonias que he presenciado, eché en falta a los Stones, mientras que los Beatles estuvieron convenientemente representados. Retomemos el tema que nos ocupa. Más práctico, creo, yo los he disfrutado y disfruto por igual, en sus inmensas dimensiones, en sus satánicas y poperas/rockeras realezas. A los dos bandas se les adjudican centenares de leyendas y rumores, en todas las direcciones y sentidos: coqueteos, cuando no apasionados romances, con el mundo de las drogas, transfusiones de sangre, egos irreconciliables, depredadoras parejas, celos y envidias, intereses personalistas y un sinfín de circunstancias más, a modo de Gran Hermano musical. Puede que algunas de estas leyendas partan de una realidad concreta, aunque no me cabe duda de que sus famas y el tiempo las han amplificado considerablemente. No obstante, siempre ha habido como una mitología o diferenciación entre los dos grupos, más allá de lo estrictamente musical, en el sentido de que los Beatles han sido algo parecido a los “chicos buenos” y los Stones los “chicos malos”. Me da la impresión de que estas definiciones parten de lo físico y hasta de lo estético, donde los Stones siempre han sido más “macarras” que los Beatles, salvo excepciones temporales puntuales. Maccartney no lo veo haciendo de malo en una película, mientras que a Jagger no lo veo ocupando el puesto de Cary Grant, por poner un ejemplo.
Más allá de las coincidencias geográficas y temporales, sí hay un elemento común muy llamativo en ambas bandas: llegaron a ser lo que son tratando de ser otra cosa. Me explico. Los Beatles soñaban con ser una versión grupal de Elvis Presley, del que eran devotos, y basta ver cualquier imagen del Lennon más joven. Los Stones pretendían rescatar el rhythm blues que parecía estar avocado al olvido, en una especie de afán restaurador. En ese viaje de espeleología y reconstrucción se encontraron y comenzaron a ser ellos mismos, únicos, diferentes e irrepetibles. Inmensos en melodías, en composición, talentos en estado puro, universales, hoy siguen siendo contemporáneos, actuales, referencias indiscutibles en todas las bandas del momento. Esto, que es así, y que alaba y recalca la grandeza, la majestuosidad, de los Beatles y de los Stones, también esconde su parte negativa, dura, incluso malvada. Nadie, tras ellos, ha caminado por las cimas que estos conquistaron. Haciendo un símil deportivo de esto, es como si los récords de natación, atletismo o ciclismo permanecieran inamovibles desde 1960. Nos costaría entender, y sobre todo asimilar, que no hemos sido capaces de avanzar, y no me refiero al plano tecnológico. El récord goleador de Hugo Sánchez ha estado vigente varios años, pero ya también ha caído, y en dos ocasiones.
Soy de los que piensan que, tal y como le sucede a una película, nuestra vida cuenta con su propia y particular banda sonora, y en la mía, indiscutiblemente, tanto los Stones como los Beatles ocupan un lugar destacadísimo. Mis primeros recuerdos musicales, se los debo a mis hermanos mayores, claro, canciones como Angie o Let it be pululan por mi subconsciente, a modo de esas nanas que seguimos tarareando al cabo de los años sin poder recordar su letra. Música, libros, películas, que nos construyen como personas y que constituyen eso tan vilipendiado, en estos tiempos canallescos, llamado cultura. Y no sólo han creado algunas de las mejores canciones de todos los tiempos, es que tanto Beatles como Stones han sentado las bases de lo que hoy conocemos como música popular. Lo hicieron rebuscando en la herencia, creando su propia voz a partir de la tradición, casi a modo de homenaje. Los Stones y los Beatles son la certificación de que tal vez ya esté todo inventando y sólo se trate de contarlo y cantarlo de otro modo. Algo con un aspecto tan simple, pero que sólo parece al alcance de unos pocos elegidos. 
 
El Día de Córdoba

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