Desde hace años, he celebrado con ímpetu festivo cada nuevo título de Mario Vargas Llosa, al que siempre he considerado como uno de los grandes autores de la Literatura mundial. Más allá de sus posicionamientos ideológicos –que han oscilado a lo largo de los tiempos-, adentrarme en una nueva obra de Llosa, especialmente novela, es sentir muy cerca, frente a tus ojos, el pálpito inimitable del talento en estado puro, sin disfraz, sin la hipocresía de una impostura pretendida, sólo Literatura, pura Literatura. El que Llosa adquiriera la doble nacionalidad, peruana y española, y que ingresara en la Academia de la Lengua lo entendí como un verdadero halago a nuestras letras, un lujo, todo un placer. Además, Vargas Llosa ha contado con la capacidad de construir una brillante y luminosa carrera literaria sin caer en la tentación, tan extendida, por otra parte, de escribirse mil veces y volver a reescribirse. No se ha detenido en los géneros, en las temáticas, humorístico o intimista, su voz siempre se ha impuesto por encima de las posibles etiquetas. Debo de reconocer que tengo una especial predilección por el Vargas Llosa sarcástico, por ese niño de Miraflores que, curioso y atrevido, se asoma al balcón del mundo y nos muestra todos sus descubrimientos. Más allá de los Andes, Miraflores o Madrid, Vargas Llosa es un honorable morador de la patria que un día delimitó Cervantes, una patria común, construida alrededor de nuestro idioma.
Una patria que tras el autor del Quijote han engrandecido otros escritores, Valle, Delibes, Cela, Umbral, Cortázar, y que se mantiene viva, floreciente, gracias a una lengua dinámica y permeable, evolutiva y acogedora. Vargas Llosa, especialmente, ha contribuido a la elasticidad del castellano, adaptándolo al cariñoso abrazo de las emociones transmitidas, encajándola hasta mostrar la imagen precisa, el recuerdo en su plena nitidez. Este insigne poblador de la patria Cervantes debería haber ganado el Nobel mucho antes, pero como nos indica el refranero nunca es tarde si la dicha es buena. Tal y como señalaba anteriormente, enfermo de Literatura, el escritor hispanoperuano ya ha advertido que seguirá en activo, que entiende el galardón como un aliciente y no como un homenaje, que seguirá regalándonos historias, baile de palabras, esa música que te atrapa desde el primer renglón y que no deja de ser su ADN literario. Vargas Llosa tuvo un primer recuerdo para el tío Lucho mientras esperaba la confirmación del premio, y yo le agradezco al tío el consejo y al sobrino que lo siguiera con tanta obediencia.
El Día de Córdoba
1 comentario:
Magnífico artículo, Salvador.
Publicar un comentario