lunes, 31 de agosto de 2009

TODOINCLUIDO










De todos los grandes momentos que te puede deparar el todoincluido, hay dos que yo me atrevería a calificar como cumbres, trascendentales, sublimes u orgásmicos –incluso-. El primero se produce nada más registrarse en la recepción, y usted escucha todos los servicios a los que tiene acceso mientras le colocan la pulserita en la muñeca. Una pulserita que no es un simple trozo de plástico, no, para nada, es la representación más concreta y visible del todoincluido, una llave que le facilita le entrada a buena parte de sus apetencias más primarias. El segundo de estos grandes momentos tiene lugar cuando usted accede a su habitación por primera vez y descubre, asombrado, como ese armario empotrado no esconde perchas y cajones en su interior, no, ese armario empotrado es una licorería/bodega/bar repleta de cervezas, rones, güisquis, refrescos, champán y demás artilugios alcohólicos. Pues bien, ese armario empotrado que usted contempla como si fuera el mayor de los tesoros en unas pocas horas le pasará absolutamente desapercibido y puede que jamás vuelva a abrir la puerta durante su estancia, quizá en busca de un antídoto con el que recuperarse de las tentaciones que el exterior le ofrece –y poco más-. Lo que yo le diga.

Los todoincluido comenzaron en el Caribe, Cancún, Riviera Maya y Santo Domingo, especialmente, como gran reclamo de una nueva forma de ¿turismo, atracón, relax, ocio?, que cada cual escoja la palabra que más le agrade. Y aunque se siguen manteniendo en los lugares indicados, con gran afluencia de público –durante cualquier época del año-, los todoincluido también han llegado a nuestro país, a zonas costeras, especialmente. Para quien no haya estado en uno de estos establecimientos, le explico muy brevemente. Como bien indica su nombre, un todoincluido es un hotel/residencial en el que ofrecen gran cantidad de servicios, la mayoría de ellos, al igual que la comida y la bebida, incluidos dentro del precio que usted ha pagado previamente. Y así, teniendo esto en cuenta, ¿cómo es un día en un todoincluido? Usted se levanta relativamente temprano, porque sabe que el buffet del desayuno cierra a las 10 de la mañana, y se planta ante el cocinero y le pide que le rellene la tortilla con siete ingredientes o se zampa tres bocadillos o dos kilos de fruta, acompañados los platos por zumos extraños de sabores extraños –o exóticos, que gusta más decir en esta ocasión-. A continuación, antes de regresar a la habitación, para reponerse levemente, acude a recepción para reservar el restaurante de la cena. Porque en los todoincluido no hay un solo restaurante, hay seis o siete, y, claro, usted quiere probarlos todos, del brasileño al oriental. A continuación, un leve bañito en el mar antes de tomarse la primera cerveza en uno de los grandes lugares de cualquier todoincluido: el bar de la piscina. Ya sea en el extranjero, ya sea dentro del país, los españoles somos mayoría en el bar de la piscina, y hasta los hay que empiezan con el Asturias patria querida antes de las dos.

Con el agua a mitad de pecho, usted comienza con la cerveza, para pasar muy rápidamente al daiquiri, la margarita o el vermut –si usted es más castizo-, todo ello acompañado por nachos rebozados en queso y patatas con sabor a chicle. Junto a su pareja o amigos, dentro de la piscina, por supuesto, usted sigue de cerca el movimiento de los camareros, que prepararan los buffets de los diferentes restaurantes. Hoy langosta, o tacos o pasta o –una emotiva- paella, y luego tarta o fruta o helado o un poco de todo. Y claro, como es lógico, luego necesitará un digestivo para bajar toda esa comida, que tal vez sean dos, tres o siete, preámbulo de una siesta tan roncada como profunda. Una duchita y a disfrutar del restaurante reservado. Pero ahí no acaba la noche, porque su pulserita no sólo es la puerta de entrada de su hotel, también de los de alrededor, y en el de enfrente hay una discoteca. Las copas, of course, incluidas en el precio. Y a la salida de la discoteca, ya bien entrada la madrugada, hay un quiosco con hamburguesas y perritos. Semidesmayado a la cama, que pronto llegará el desayuno, que a las diez cierran el buffet, y como a las diez y media no hayas reservado el restaurante de la cena te toca el que nadie quiere. Pues eso, vuelta a empezar. El gran enemigo del todoincluido: la báscula. Con no pesarse en unas cuantas semanas…

El Día de Córdoba

1 comentario:

Palladium Hotel & Resort dijo...

Los hoteles todo incluido son de lo mejor, ya que en ellos se pueden disfrutar de muchas comodidades y servicios como la gastronomía, el spa y la vista al mar entre otros. Además de los buenos espectáculos culturales.