Durante los últimos días he participado en diferentes tertulias, mesas redondas y entrevistas en las que normalmente siempre he tenido que responder a la misma pregunta: ¿cuál es el futuro del libro? La llegada de los nuevos soportes electrónicos, el definitivo afianzamiento de Internet entre el grueso de la población como un elemento común y ordinario de sus vidas propicia un sinfín de cuestiones e interrogantes. Ante los procesos de cambios los agoreros proclaman sus hipótesis a los cuatro vientos, advirtiéndonos de las bondades o de las maldades del futuro con tal seguridad, con tal firmeza, que hasta podríamos creer que agarran entre sus manos la auténtica y genuina bola mágica que les adelanta con precisión lo que habrá de pasar. Ante quien cree que el futuro sólo pasa por lo electrónico y ante quien piensa justamente lo contrario, que el libro papel, el libro que hoy conocemos, es inamovible, mantengo una prudente distancia, porque considero que en esto, como casi en todo, no hay verdades absolutas ni realidades excluyentes, y que la tendencia del futuro transitará entre las fronteras. No olvidemos que el libro que conocemos hoy día nace de la tecnología, ya que la invención de la imprenta se puede calificar como uno de los grandes acontecimientos en la Historia de la Humanidad. Una imprenta que se ha ido perfeccionando y enriqueciendo con los avances tecnológicos de todos los periodos por los que ha transitado. Si volvemos la vista atrás, y tratamos de imaginar el mundo de aquellos años, tal vez tendríamos conciencia de lo que supuso el nacimiento de la imprenta, que puede llegar a entenderse como la primera gran Red sobre la que navegó la información y el conocimiento.
Las Nuevas Tecnologías han favorecido el libro, indiscutiblemente. Cada día las imprentas son más perfectas, los textos y maquetas cuentan con menos errores, gracias a las posibilidades correctoras que nos ofrecen las herramientas informáticas. Y las Nuevas Tecnologías, igualmente, le ofrecen al libro un nuevo hábitat, lejos del papel. Un hábitat sin peso, sin tacto, virtual. Comienzan a ser, más o menos, familiares los e-books, los primeros lectores electrónicos –fáciles de encontrar en cualquier establecimiento del sector-, que nos señalan el camino de la literatura/palabra digital, sin olvidarnos de las descargas –legales- y demás aliños que cohabitan en el entramado de la Red. Sin embargo, la tecnología se enfrenta a un poderoso y musculado competidor: el libro/papel. Es cómodo, es ligero, se puede llevar en un bolsillo, en una pequeña maleta, normalmente no es caro, normalmente no pesa, lo puedes transportar con facilidad a la cama, al borde de la piscina, a la playa, y no hay que recargarlo. En este sentido, me atrevería a formular un paralelismo entre dos inventos que han sido fundamentales para la humanidad: el libro y la rueda. La alta tecnología ha llegado a todos los medios de transporte terrestres, trenes de alta velocidad, formulas uno de milimétrica precisión, bicicletas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, vehículos todos que siguen utilizando la rueda, una rueda evolucionada, tecnificada, pero que en esencia es la misma rueda de su origen. Creo que también juega en contra del libro electrónico el que aún no reconozcamos, una amplia mayoría, la pantalla con el placer de la lectura, y que se siga relacionando, sobre todo por el perfil de sus usuarios más frecuentes, con profesionales de la edición o de la comunicación.
Tengo la impresión de que la palabra, la literatura, los libros en definitiva, transitarán en los próximos años por diferentes soportes, y que la tradición y la innovación mantendrán su espacio correspondiente sin fricciones, sin vencedores ni vencidos. El gran triunfador será el libro, en cualquiera de sus formatos, que habrá visto ampliados sus canales de difusión, adaptándose a los nuevos tiempos, conservando los que ya tenía, lo que no deja de ser una gran noticia. Habrá más y nuevos lectores. Entendamos este nuevo tiempo que nos llega como un tiempo de libertad y de posibilidad, de amplificación del conocimiento, de pandemia cultural que puede ser el perfecto complemento para la definición de una sociedad más culta, más plural, más receptiva.
El Día de Córdoba
No hay comentarios:
Publicar un comentario