domingo, 27 de enero de 2008

Sin tetas no hay paraíso



Con el paso de los años, cada vez me cuesta más el poder entender y asimilar el éxito de determinadas producciones televisivas. Y el que escribe se considera un consumidor habitual de televisión, de capa caída en los últimos tiempos, es cierto, que he de reconocer que buena parte de las noches quedo atrapado por la pantalla del ordenador o entre las páginas de un libro, que me reportan mayores y mejores satisfacciones. Es cierto que se habla de la crisis o decadencia de la televisión desde siempre, rebuscamos en la memoria del espejo retrovisor esos programas o espacios que marcaron nuestra adolescencia o juventud, aquellos hitos que han escapado de la cruel prisión del olvido, comparándolos con los de la actualidad y, tal vez, en este caso concreto, las comparaciones no sean posible. La ausencia de cadenas privadas, otro país, los cambios políticos y sociales, otras generaciones de españoles, otra mentalidad, puede que los éxitos del ayer fueran los fracasos del presente o viceversa, quién sabe. Salvo un Real Madrid-Barcelona, que siempre perdurará.
No cabe duda de que las denominadas teleseries sí han avanzado, y de qué manera, desde el pasado más reciente y en el presente. Impulsadas por la todopoderosa industria norteamericana, que han logrado que auténticas estrellas del celuloide sean las protagonistas, las series han ampliado sus temáticas, han agudizado su ingenio, han desplegado brillantes guiones que han captado la atención de millones de telespectadores. En nuestro país, tras la brutal invasión de los culebrones –llegamos a crear los nuestros, con resultados variopintos-, se han llevado a cabo producciones de una más que aceptable calidad, a pesar del empeño por trasladar –y casi copiar- los grandes éxitos foráneos. Para entendernos mejor, me quedo con el CSI original, que me lo creo más y está mejor rodado. También nos encontramos con las adaptaciones de series internacionales, que han logrado audiencias inimaginables, y ahí tenemos a la delirante Camera Café, que cuenta con un sinfín de rostros a lo largo del mundo, y la ñoña Bea, para la que sigo pidiendo que alguien le regale una tarjeta del Zara. Con cifras mareantes de audiencia, ha desembarcado en la noche de los miércoles la abrupta Sin tetas no hay paraíso que, a pesar de su título, se ha convertido en el gran éxito de la temporada.
Dinero fácil, drogas y pistolas, niñatos con coches de lujo que hablan del respeto como si fuera algo que se puede comprar en el súper al peso, Padrinos tuneados, amores imposibles y chicas cándidas que se enamoran del corazoncito de la bestia –y hasta de su tarjeta-. Los creadores de Bea fueron más considerados, me parece a mí, y españolizaron a la protagonista, que Betty no es tan frecuente en nuestro país. En el paraíso han ido a saco y eso que le podrían haber sacado mucho jugo a la traslación. Así, por lo pronto, se me vienen a la cabeza varios nombres más simples y acertados, más acordes con los modos y costumbres nacionales de última generación. Sin comisiones no hay Marbella, que hasta podría contar en el elenco de personajes con auténticos ajusticiados en el Caso Malaya, lo que dotaría a la serie de gran realismo y verisimilitud. Tampoco es despreciable Sin escándalos no hay exclusivas, cuyos guionistas podrían ser Mariñas, el Tomate en su conjunto, la Esteban y hasta Parada, que yo creo que de imaginación no andan escasos. Y, por último, y obviando palabras mal sonantes –o mal interpretadas-, también la podrían haber bautizado como Con IVA no hay Taco o Sin ladrillo no hay Taco, cualquiera de los dos podría ser válido, en clara alusión a estos años de dinero vertiginoso y fácil, en las alcantarillas de la contabilidad. O, incluso, Sin granito no hay puente, que sería de gran actualidad, aunque tal vez abusaríamos del localismo. Como podemos comprobar, la cotidianidad nacional nos regala infinidad de posibilidades, con mayor realismo y cercanía, y no tendríamos que recurrir a penosas adaptaciones que son tan difíciles de creer y tan imposibles de ver sin sentir un pellizco en el estómago.


El Día de Córdoba

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