domingo, 28 de junio de 2015

28 DE JUNIO: EL DÍA DEL ORGULLO

De aquel 28 de junio, sangriento y macabro, en una comisaría de Nueva York al actual han cambiado muchas cosas, indiscutiblemente, sobre todo en “nuestro” mundo occidental. En el otro mundo, los gays siguen siendo perseguidos, repudiados, ajusticiados y hasta asesinados. No olvidemos que la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad anteayer, como el que dice. La realidad es que hoy, sí, 2015, siguen siendo perseguidos los homosexuales, también en nuestro país, desde la cotidianidad de un lenguaje que los veja, mediante esos rechazos que pueden comenzar en el colegio y continuar en el trabajo o recurriendo en el Tribunal Constitucional que puedan tener los mismos derechos que cualquier otra persona. Y existe otro rechazo, mental, genético, visceral, que fácilmente podemos descubrir en cualquiera de nosotros, incluso en aquellos que besan a sus amigos gays o que se felicitan por las leyes aprobadas, pero que para los “suyos” prefieren lo mismo, lo cotidiano, y no otra cosa.

Supongo que llegará un 28 de junio que los homosexuales y lesbianas de nuestro país, del mundo entero, no tendrán que salir a la calle a reivindicar sus derechos y, de paso, exhibir con orgullo su condición. O sí, pero porque les da la gana. Quiero pensar, necesito creer que ese día llegará, pero tengamos muy claro que aún queda mucho camino por recorrer. ¿Podemos hacer algo nosotros? Mucho: conjugar nuevos verbos, eliminar distancia, reflexionar sobre nuestro lenguaje y comentarios y, sobre todo, asumir la cotidianidad de una diferencia que en realidad no lo es. El que contemos con una sociedad que no ignora a todos sus ciudadanos no es solo una señal de inteligencia y de eficiencia, también de justicia y de compromiso por la igualdad real y verdadera.

lunes, 22 de junio de 2015

OPERACIÓN BIKINI

Cuando ya no nos queda tiempo para remediarlo, el agujero del cinturón nunca miente, apremiados por las calores y las fechas, nos plantamos el bañador con esos kilos de más que habíamos prometido eliminar el 1 de enero, el gran día de los propósitos y enmiendas, el gran día de nuestra propia y a veces íntima campaña electoral. Nos votamos, sí, pero incumplimos lo prometido. Vaya, esa música me suena. A este paso tendré que enfrentarme a un plasma, que no estoy yo para responderme a preguntas demasiado incómodas. Y no tenemos que recordar tuits del pasado, nos basta con el evidente presente. Para el próximo 1 de enero prometo primarias, aunque sea conmigo mismo; no tengo claro el resultado, me temo. Pero no nos responsabilicemos nosotros de todo, no, por favor, que el tiempo del silicio ya pasó, por favor, que las bulas, papales o no, ya están pasadas de moda. El verano y el calor llegan en fechas muy malas, malísimas, de verdad, no está bien programado el asunto acuático y de piel al aire, no, y no hace falta ser un lince, con chip o no, para darse cuenta. Más que malas, que la cosa viene concentrada. En muy poco espacio de tiempo tenemos la Semana Santa, Feria y todas las fiestas y romerías de mayo, las terracitas, los caracoles, comuniones diversas, civiles o religiosas, que las hay, seguro que alguna boda o bautizo, cumpleaños varios, aniversarios, despedidas, ya sean de solteros, solteras o compartidas, de todo un poco, porque lo celebramos todo, o casi. Celebraciones todas, ya sean por el motivo que sean, que regamos y devoramos convenientemente, y el que esté libre de pecado que pague la siguiente ronda, que no me creo nada.
Piña y pollo, batidos arenosos que se te estancan en la garganta, zumos de remolacha y pepino, póngale un poco de apio y unas gotas de limón, que le dan su toque, media tonelada de pavo, litros y litros de agua, manzanas a media mañana, chicles a todas horas, un huevo duro en el desayuno, sacarina e infusiones, bolsas de basura rodeando nuestro vientre, calambrazos varios, esas dietas y tratamientos que nos prometen el milagro. Milagro que nosotros pretendemos que sea instantáneo, ya, ahora, pero ahora mismo, me bebo el batido de marras y que la tripa desaparezca, y sin llamar a Juan Tamariz. Y no, claro, eso no puede ser. La cosa tiene su miga, y hasta su barra de pan al completo, no le quepa duda, haciendo fuerte a ese refrán que dice aquello de lo que realmente merece... sigue leyendo en El Día de Córdoba 

miércoles, 17 de junio de 2015

SAN ÍKER

Durante muchos años, o mejor hablemos de temporadas, que es fútbol, los madridistas, especialmente, los seguidores de la Selección Española, y buena parte de los aficionados al deporte rey, lo situamos en un lugar privilegiado del santoral balompédico. Lo aclamamos como el Santo y hasta le asignamos algún que otro milagro. Durante muchos años, o temporadas, Casillas fue el mejor portero del mundo, no tenía rival, a considerable distancia del resto. Y eso que le ha tocado convivir con cancerberos de indudable calidad: Buffon, Kahn, Víctor Valdés, Neuer… Durante muchos años, temporadas ya definitivamente, Iker fue algo más que un portero, y junto a Rafael Nadal y Pau Gasol se convirtió en una referencia para los más jóvenes, y en el modelo casi perfecto de deportista. Su beso, arrebatado y espontáneo, en multitudinario directo, a Sara Carbonero, nos humedeció los ojos, tal si contempláramos el desenlace de una de aquellas ligeras comedias de Meg Ryan, cuando marcaba tendencia con sus peinados imposibles. Como se suele decir de los cerdos, de Casillas nos gustaban hasta los andares. Todos, los madridistas especialmente, hemos disfrutado de sus paradas, muchas de ellas geniales, imposibles, irracionales, relevantes y trascendentales por el resultado que depararon, por su espectacularidad, por transmitir ese algo que escapa del orden, de la lógica. Algunos, pocos, penaltis decisivos, la imposible estirada ante el tiro a bocajarro de Perotti o su uno contra uno a Robben, en la final del Mundial de Sudáfrica.
Mucho del encanto de Casillas procede de su humilde origen, un chaval de Móstoles que hace las pruebas para el club de sus amores, acompañado de su padre en un modesto utilitario. Pero la leyenda comenzó a forjarse cuando lo sacaron del autobús escolar para incorporarlo a la concentración de un Real Madrid, acuciado por las lesiones, en un partido de Liga de Campeones. Ese juvenil espigado y alto, y algo enclenque, no tardó en despuntar y en convertirse en el portero titular del Madrid, en primer lugar, y de la Selección Española, poco tiempo después. En estos años, Iker Casillas ha jubilado, y aburrido, a unos cuantos porteros. No me cabe duda de que sin la aparición de Casillas, Víctor Valdés habría sido el portero de la Roja durante una década, o más. Años, varias temporadas, de luna de miel permanente, con toda la afición, más allá de la merengue. Recuerdo cuando los cronistas futbolísticos decían aquello de “este Madrid es Van Nystelrooy o Ronaldo o Cristiano y Casillas y nueve más”. Afirmaciones más o menos similares que... sigue leyendo en El Día de Córdoba 

lunes, 8 de junio de 2015

MONTOTO/GARCÍA CASADO. TODOS SOMOS GARCÍA


Casualidad, amistad, reciprocidad, no lo sé. La cuestión es que esta misma semana presento a dos obras y dos autores que admiro profundamente, Nacho Montoto y Pablo García Casado. Y más casualidades, ambas presentaciones tendrán lugar en la librería La Extra-Vagante, Alameda de Hércules, 33; Sevilla, a las 21 h.

Jueves, 11 de junio, Estamos todos, aquí no hay nadie, de José Ignacio Montoto.
Viernes 12 de junio, García, de Pablo García Casado.

*El poema superior pertenece a Nacho Montoto y el inferior a Pablo García Casado.

martes, 2 de junio de 2015

ESAS MODAS

Que las modas forman parte de nuestras vidas, que nos influyen en mayor o menor medida, que nos condicionan de un modo u otro, eso ya no hay quien lo niegue, así, con sonido de tango. Basta con mirarnos al espejo para comprobar que esas hombreras, colorines y hasta greñas del pasado han desaparecido, dejando paso a un aspecto más estricto, más mínimo, más ceñido, más corto en todo. Las modas que influyen en nuestro aspecto exterior siempre me han divertido, ya que ese refrán que proclama aquello de esa agua que nunca has de beber siempre acaba admitiendo una o varias excepciones, y el agua vuelve, aunque haya movido trescientos molinos a su paso, la volvemos a beber, y de un solo trago, todo para dentro. Haga memoria. A este paso, necesitaremos un descomunal armario en donde guardar toda la ropa que utilizamos, porque en algún momento de nuestras vidas, más tarde o más temprano, volverá a estar de moda. Ahora lo llaman vintage, que suena mejor, y vintage, por ejemplo, es esa máquina de coser Singer a la que ya le hemos dado setecientos usos o ese cenicero de latón de una conocida marca de vermú. Mazinger Z también es vintage, y Heidi, que la han vuelto a reponer y en 3D, eso es poderío. Como se ponga de moda el tener la piel virginal, sin ningún tatuaje en ella, o sin ningún tipo de orificio, no quiero imaginar el negocio que van a hacer los especialistas en injertos y en restauración de agujeros, se van a poner las botas, forrados. No se ría, que es una posibilidad cierta que esa moda vuelva, y en cualquier momento. Después de esa tendencia de llevar pañuelo en cualquier época del año, incluido el peor  de los agostos, yo ya me creo cualquier cosa. Esperemos que Pablo Alborán se cure pronto del resfriado, porque vaya tela el dañito que está haciendo, y no solo estético, me temo.
¿Hablamos de peinados, de anchuras en los pantalones, de modelos de gafas? Mejor mantenemos escondidas esas fotografías del pasado. Como los vinos, mejoramos con los años, mantra para mantener a salvo la autoestima. Aunque las modas me suelen divertir, las siga o no, la última de la que he tenido conocimiento no me ha gustado nada, pero nada, ni chispa de gracia, y eso que  debería estar contento, ya que la práctico sin necesidad de esfuerzo. Hace unos días leí que la última tendencia masculina es ser un fofisano, vaya palabreja. ¿Qué es un fofisano? Muy simple, es un hombre, porque solo es de hombres, con aspecto saludable, que exhibe sin pudor su tripita, ya sea cervecera, jamonera o bocadillera, según las economías y las preferencias. ¿Hay mujeres fofisanas? No, prohibido, las mujeres tienen que seguir... sigue leyendo en El Día de Córdoba